La arena de Ekaterimburgo debiera ser naranja, pero se ha pintado de verde con algunas manchas amarillas. La gente se sigue tratando de acomodar en sus asientos después de una que otra selfie, pero el árbitro central Néstor Pitana deja ver a los quince segundos que también quiere ser protagonista.

Amarilla a Jesús Gallardo por un empujón en la primera pelota dividida. Si en la banca de México no se sabía que el partido será un viacrucis, ahora ya se lo pueden esperar.

El partido es una mezcla de nervios, imprecisiones y reclamos. La pelota pide a gritos que la dejen correr sobre la alfombra, aunque alguien le tenía que haber avisado que uno de los equipos es Suecia. Pelotazo por aquí y pelotazo por allá. La estética del futbol escandinavo poco importa porque tiene a todo México colgado del rosario. La figura de Guillermo Ochoa se erige en cada jugada a balón parado para maquillar el pésimo trabajo defensivo de sus compañeros.

Juan Carlos Osorio no puede estar más estresado. Entendible cuando Edson Álvarez se toma la libertad de lanzarse al ataque con una conducción de treinta metros. Eso no, Edson, a la libreta se le respeta dice Osorio.

Con la primera pelota que pisa Lozano el termómetro del encuentro cambia. La Selección se libera un poco y busca orientar el juego a una banda para después cambiar al otro flanco. Es en una de esas jugadas cuando Vela hace la suya: conducción y quiebre hacia dentro. La pelota besó el poste más ajeno a Olsen.

Aunque Suecia no se amedrenta. En otra jugada ganada por aire, Viktor Claesson llega a conectar una diagonal a placer que termina saliéndose del estadio. El partido se descontrola. Ambos equipos rompen sus esquemas y buscan generar condiciones por medio de improvisaciones que en algunos casos lucen como genialidades. Si Pitana midiera con la misma vara que la usada con Gallardo, Suecia tendría un jugador menos. Sebastian Larsson subió la pierna hasta la misma cintura de Lozano.

En un rechace de tiro de esquina, Javier Hernández pone a temblar a su país. Conduce el balón, pero el rebote le pega en el brazo. “No mames, no es penal”, dice Javier mientras Pitana verifica la jugada en unos segundos que parecieran minutos. Argentina no está en contra de México, parece. La jugada se reanuda en tiro de esquina.

Lozano defiende a rajatabla y logra barrerse en un contragolpe de miedo. Osorio no puede estar más molesto porque su equipo no puede imponer condiciones. En el vestidor habrán bastantes gritos.

Un verdadero cortocircuito

Suecia sale ciertamente desconectada. México parece haber entendido por dónde hacer daño y comienza a asediar a los europeos. Pero en una jugada que luce tan inocente, Héctor Herrera se tropieza y deja toda la avenida derecha libre para que caiga un centro por ahí y fulminen a Ochoa. Por poco, Herrera cuesta otro gol porque pierde el balón en la salida.

A velocidad, Suecia se vuelve a llevar la defensa y Héctor Moreno comete la imprudencia de barrerse con todo sabiendo que a centímetros hay un árbitro voluble. No hay duda para Pitana: penalti. El capitán no duda y pone el fatídico 2-0.

Suecia regala la posesión esperando otro error del Tricolor. Por poco lo consiguen si no fuera por una barrida milagrosa de Álvarez. Pero el futbol es tan caprichoso que decide vengarse con él. Segundos después, un mal rechace termina en puerta propia. El estadio es un sepulcro.

El corazón de los aficionados está quebrado y esperan a que cientos de kilómetros de aquí su hermana república de Corea haga la hombrada.

México intenta buscar soluciones al rompecabezas sueco, aunque es imposible hacerlo si te faltan piezas. La gente saca sus teléfonos no para tomar fotos sino para ver qué carajo está suciendo en la otra sede.

El estadio es una locura. Nadie sabe qué ha ocurrido porque la afición festeja, pero la selección llora en el terreno de juego. Es la magia y la maldición del futbol.

Hermana, Corea, ya eres mexicana.

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Sobre el autor
Alan Núñez
Mexicano de nacimiento, poblano de corazón. Director General de VAVEL México. | The Big Apple. Editor-in-Chief of VAVEL USA.