"Ya sé que el futbol es solo un juego; lo que no es sólo un juego es nuestro terror a aceptar enteras las responsabilidades de la victoria legítima. O ganamos a la mala, que es un triste modo de derrota, o perdemos con dignidad y nos arrancamos al Tepeyac en busca de consuelo o a Comalá en busca de nuestro apá..."; Germán Dehesa (¡Fallaste, corazón!)

Andaba yo muy contento celebrando el dos por cero de Puebla sobre Atlas, cuando la carcajada de Chucho me interrumpió el festejo. ¿Qué no escuchaste?, me preguntó. Chucho, cruzazulino de cepa, compañero de trabajo y adicto al futbol, se refería al grito de otro aficionado enloquecido a Cristian Tabó, quien con una brillante jugada -en la primera pelota que tocaba-, provocó un penal y, en consecuencia, el gol que aseguraba el triunfo del Puebla: ¡Te amo, pero te odio!

No sé a ustedes pero, a mí, ese grito me parece lo más auténtico y cercano al sentimiento que puede inspirarnos -no hablo del uruguayo, quien merece todos mis respetos, excepto cuando falla las que yo en mis sueños o sentado en el sillón no suelo fallar-, sea en vivo o por televisión, cada juego de la Franja.

Después del partido contra Necaxa, fueron muchos los deseos de algunos por creer, por hacernos creer o, peor tantito, porque los hiciéramos creer que el empate final había sido, única y exclusivamente, por culpa del arbitraje (que fue un ridículo tremendo, pero hasta ahí).

Después del partido contra Atlas, fueron muchos los deseos de algunos, el mío incluido, porque la Franja se enfrentara a los Rojinegros durante el resto de la temporada y así, al menos por un rato, creer que el comienzo sólo fue un mala racha y que ahora nos entregaríamos a las bondades de los triunfos y, ahora que están de moda, a las delicias del poder.

Después del partido contra Pachuca, fueron muchos los deseos porque el torneo ya se acabe.

A mí, después de este texto, me dan ganas de que llegue el viernes y también, con un poco de suerte, encontrarme con aquel noble compañero para echarnos un grito. En una de esas...

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