Querido Conejo: es imposible olvidarme de esas tardes en El Azul contigo defendiendo la portería de mi equipo amado. Saltando al campo y saludando a la tribuna que aclamaba tu nombre, en la cabecera local para ser específicos, donde siempre estaba un pequeño niño con su papá a un lado.

Creció viéndote dar esos saltos increíbles, reflejos extraordinarios y fuiste el primer portero que vio que llegaba hasta medio campo mientras el equipo atacaba, recuerdo a su madre dar gritos de sorpresa mientras te veía hacer eso. A ella para nada le gusta el futbol.

Cómo olvidar tus regaños a los jugadores cada que hacías una atajada, tenías esa voz de mando de aquel equipo. Cómo olvidar aquella atajada que hiciste contra Atlas en nuestra cancha saltando increíblemente como lo que eres, un conejo. Como olvidar esos penales atajados a Figo. Tu mundial de Corea-Japón con la confianza de Javier Aguirre misma que te valió la titularidad ocho años después y que a más de uno nos sorprendió, pero nos encantó.  

No lo voy a negar, hubo una etapa donde ese niño quiso ser portero al igual que varios niños más y fue por ti. Por tus lances, por ser ícono del club, por vestirse diferente y usar tus guantes todos blancos que llorando siempre se los pedía a sus padres.

A mi parecer, tu volviste icónica la playera roja de Cruz Azul al sacar tu suéter en ese color varias veces, como en aquella Libertadores 2001 que hicimos historia. Tus combinaciones eran únicas, las playeras negras que sacabas enamoraban, pero sin duda, una característica que jamás olvidaré del Conejo es que varias veces en todos esos años tu mejor combinación fue la segunda indumentaria del equipo. Recuerdo decir a su papá que era el uniforme de la suerte para ti y el equipo ya que era todo blanco, como un conejo. No sé si su padre lo decía sólo para entretener a su pequeño mientras te veía o de verdad tenía esa razón. Eras de los pocos, sino el único en utilizar así las combinaciones.

Hoy te despides de las canchas con un homenaje igual al de Miguel Marín poniéndote, junto con él, como uno de los máximos exponentes del club y que mejor que ver esta pequeña distinción en vivo, desde el estadio y en la cabecera local donde de niño te veía en El Azul. Lo hice acompañado de un nuevo aficionado a la máquina, que a lo mejor no entiende mucho aún, pero sé que el pequeño Mario está en buenas manos como yo en aquella cabecera del viejo Estadio Azul…