El tema más punzante por el que se habla del Puebla tiene que ver con la potencial salida del equipo a Mazatlán. La Franja partiría con rumbo al pacífico mexicano a una plaza que históricamente no tiene una tradición futbolera, en un estado al que le ha costado fincar un equipo en Primera División y que no necesariamente se ha manifestado como referencia futbolera cuando de combinar esparcimiento, arraigo y lucro se trata. Y aunque analizando el simple contexto podría parecer lejano ver a la ciudad sinaloense con fútbol de Liga MX, lo que atañe en realidad es el porqué de la eterna relación del equipo con mudanzas, desapariciones o mutaciones.

“Puebla es una gran plaza”, se dice hasta el cansancio tanto a nivel local como nacional. Pero, ¿cuándo fue la última vez que tal frase fue evaluada? En su defecto, si Puebla es una gran plaza, ¿por qué carajo siempre la andan matando? Es cierto, la ciudad, históricamente, es una de las más importantes del país, cuenta con una población representativa y su homogeneidad permitiría pensar que tiene todo para hacer que por lo menos 50 mil sujetos sigan al equipo de forma tangible, vayan a verlo, lo consuman, les enorgullezca y lo quieran vivo para la eternidad… La realidad dicta que no es así.

El duro camino que Puebla ha recorrido desde aquel lejanísimo campeonato de 1990 ha tenido un sinfín de oscuros y muy contados claros. Puebla pasó de ser uno de los equipos más laureados del país a uno de los más vilipendiados. Su afición se redujo al mínimo. El horario estelar se alejó. Y si acaso el club acapara un encabezado, es por un chisme como el del presente. Parece ser que es la única forma en la que hablar de La Franja produce un interés generalizado.

Entonces ya está: si a La Franja se le relaciona tan seguido con temas de esta índole, es porque los malos resultados deportivos ocasionaron que el club dejara de tener afición. Y aunque ésa parecería una respuesta tan evidente como acertada, también confirma que Puebla está lejos, lejos en serio, de ser una gran plaza; es una plaza de contentillo y solo responde cuando el equipo va bien; por moda (como pasa con casi cualquier tema de esparcimiento en la ciudad). Como el equipo casi nunca va bien, entonces casi nunca responde. Y como casi nunca lo hace, la tibieza de la afición siempre tiene justificación. Y como la afición es tibia con justificación, no responde en las malas, no acude y no consume. Y como no lo hace, no es el mejor de los negocios tampoco. Y como no lo es, he ahí del porqué de las eternas “mudanzas”.

La lógica general dicta que, para que el aficionado regrese a la cancha, el equipo tiene que ir bien. Sin embargo, pocas veces se consideró el planteamiento opuesto en donde es necesario que la afición regrese a la cancha, para que el equipo vaya bien. Luego hojeamos la historia reciente del fútbol mexicano y nos damos cuenta de que ni el poderío del Necaxa de los noventas lo mantuvo en la Ciudad de México, ni el campeonato del Atlante en 2007 lo arraigó en Cancún. Pero que posterior al descenso de Tigres, el club se volvió altamente ganador y su vecino en el estado, Monterrey, que incluso peleó un descenso con Puebla, también está posicionado como uno de los equipos a vencer permanentemente. Y luego, dando patadas de ahogado, se implica que, si la afición de Puebla se alejó, es porque sigue al equipo más maltratado de México. Pero Atlas no ganó un título en más de medio siglo, León pasó una década en Segunda, Veracruz aparece y desaparece, Querétaro no fue constante jamás y Cruz Azul es la burla del país.

¡Basta! Puebla tiene que cambiar desde la mentalidad de su gente. Que esa vieja programación colectiva que alejó a tantos y tantos, se largue a Mazatlán (o a donde sea) y no vuelva jamás. Acá se tratará de proponer. Destrucción ya hubo, y mucha, en los últimos tiempos. Es momento de cambiar.

Que siga el Puebla Positivo. Hoy La Franja debuta en su cancha y por su propio bien, deberá ser respaldado por su gente. Se puede y se debe. ¡Vamos!