Segundo partido y segundo descalabro para Rafa Puente en el banquillo rojinegro. El director técnico enfrentó, de manera muy temprana, una de las más grandes pruebas que puede enfrentar una persona en su posición: un duelo contra el América en el Estadio Azteca.

Puente del Río sigue buscando la forma de imprimirle un sello característico a su equipo, a pesar de haber tomado a un plantel armado para alguien más. En lo que culmina esta búsqueda, el Atlas volvió a caer en un partido de Liga MX, pero, la verdad sea dicha, mejoró bastante con respecto a lo que presentó en la fecha 5 ante Monarcas.

La versión mostrada por el cuadro tapatío este sábado fue más que aceptable, en especial al arranque del partido. Si uno ve la repetición, se dará cuenta que la primera media hora se pintó completamente de rojo y negro. El Atlas se vio muy dominante hasta antes del primer gol de las Águilas, que cambió por completo el guión del partido.

Aunque, para ser sincero, un servidor comenzó a sospechar cuál sería el marcador final desde que se anuló el gol anotado por Germán Conti. A esta acción, hay que dedicarle un espacio importante de esta Cabecera, ya que, personalmente, pienso que fue muy importante para el desenlace del juego.

Sobre el gol anulado

Corría el minuto 12 en la cancha del Azteca. El Atlas se veía dominante y tenía al América metido en su propio campo. En una de sus varias incursiones al ataque, la visita consiguió un tiro de esquina a favor desde el rincón derecho. Después de cobrar en corto, Luciano Acosta sacó un centro que encontró a Germán Conti en el área. El central argentino se levantó y remató el balón con la cabeza, venciendo a Guillermo Ochoa.

Los Zorros corrieron a festejar el tanto de la ventaja, las cámaras se fueron con ellos y la televisora subió el 0 - 1 al marcador digital. Sin embargo, la señalización del árbitro central, Fernando Hernández, no había quedado clara, pues ni se dirigió al círculo central ni hizo ademanes marcando algo en contra del equipo que, aparentemente, acababa de marcar.

Pronto, se le informó a los aficionados que el gol había sido válido, pero que la jugada sería revisada en el VAR. Uno no quiere pensar mal, pero, si eres aficionado del Atlas y estabas viendo el partido, seguramente, habrás podido predecir lo que iba a ocurrir.

Después de algo más de dos minutos, Hernández Gómez hizo todo el recorrido desde la línea de banda hasta el área local. Ahora sí, su señalización fue clara: falta de Ignacio Jeraldino sobre Bruno Valdez. El gol no contaba.

Ni Rafael Puente ni ninguno de sus futbolistas le reclamó nada al árbitro. Al menos, no de forma vehemente. Todos los jugadores ocuparon sus posiciones y el partido continuó con normalidad. Sin embargo, viendo la repetición, la jugada parece completamente normal y la existencia de una falta es más que cuestionable.

Cuando el balón está en el aire, Valdez va corriendo hacia su propia porteria. El atacante chileno del Atlas, que estaba viendo la pelota, se topa con el defensor y le pone la mano izquierda en el hombro. Acto seguido, Bruno Valdez, simple y llanamente, se deja caer. Eso fue suficiente para anular el tanto que le daba ventaja al Rojinegro.

Probablemente, uno se deja guiar por su propia pasión, pero, charlando con varios colegas, aficionados a diferentes equipos, llegamos a la misma conclusión: jugadas como esas se ven por montones en un partido de fútbol y no hay forma de que sean silbadas como infracciones. De hecho, si el contacto lo hubiera hecho el defensor sobre el atacante, estoy seguro de que no se hubiera marcado penal. Así de claro.

Golpe en lo psicológico

Después de que la anotación de Conti fuera echada para atrás, el Atlas siguió dominando el partido en cuanto a posesión, pero su proyección ofensiva fue disminuyendo y terminó por ser muy inferior a la que tuvo en los primeros minutos.

No puedo asegurar que fue frustración en los futbolistas por sentirse perjudicados por el arbitraje, pues, insisto, nadie perdió la compostura al saber que el tanto no subiría al marcador. No obstante, un cambio de intensidad tan repentino sí parece apuntar a que el VAR se metió en la cabeza de los Zorros.

Seguro, al darse cuenta que el rival tenía el potencial necesario para vulnerar su portería, Miguel Herrera habrá hecho ajustes para contener los embates tapatíos. Sin embargo, jugar sabiendo que podrías estar en ventaja de no ser por una decisión, probablemente, injusta, es un peso que no resulta tan fácil de sacudirse.

En cuestión de minutos, los locales consiguieron su primer tiro de esquina y Federico Viñas marcó el primero para los azulcremas. De repente, de estar ganando el partido, los rojinegros, ahora, debían pensar en cómo volver a igualar la pizarra.

A propósito de psicología

Desde antes de la llegada de Leandro Cufré (es decir, desde los tiempos de Ángel Guillermo Hoyos), el Atlas ha tenido un problema constante en su funcionamiento situacional. Y es que, hasta el día de hoy, a los distintos jugadores de la Academia les sigue costando jugar partidos que van perdiendo.

El Equipo del Paradero puede arrancar muy bien un encuentro y, si logra irse en ventaja, su buen fútbol no hace más que subir de nivel. Pero, si son los rivales los que anotan primero, al Atlas le cuesta muchísimo volver a asentarse en la cancha.

Eso fue exactamente lo que le pasó el sábado ante el América. Uno puede pensar que, al verse debajo en el marcador, los rojinegros apretarían con todo para buscar el empate. No obstante, si se analizan los últimos torneos del Atlas, resulta evidente que un marcador en contra es mucho más pesado de lo común para la escuadra de Rafa Puente.

Más allá de la victoria ante Cruz Azul en la jornada 1, me cuesta recordar una remontada reciente del Rojinegro. Bueno, en cuanto cayó el primero de las Águilas en este partido, se veía venir lo que terminó sucediendo: el Atlas cayó en un bache del que le fue imposible salir en todo el partido.

Demasiada responsabilidad para Acosta

En la columna de la semana pasada, hablábamos de que el problema ofensivo del equipo rojinegro no recae en sus delanteros, sino en lo difícil que ha sido surtirlos de balones. Tanto Ignacio Jeraldino como Javier Correa son nueves de grandísimas capacidades, pero, si no pueden rematar a portería, de nada sirve su poderío goleador.

A pesar de jugar con laterales y extremos de buena proyección al ataque, como José Abella, Ismael Govea y Ulises Cardona, pareciera que el único enlace posible entre el medio campo y la delantera para el conjunto de Puente del Río es Luciano Acosta. Tengo que reconocer que tenía mis dudas sobre el número 10, cuando llegó al Atlas, pero, él mismo las ha ido disipando con buen fútbol. Aun así, no se puede pretender abusar de su calidad.

En el duelo de fecha 6, Manuel Balda era una opción natural para tratar de darle solución a este problema desde la banca, pero Puente decidió no darle juego. La otra alternativa era Christopher Trejo, quien entró a falta de 10 minutos para el silbatazo final y con el equipo ya cayendo por dos goles.

¿Jesús Isijara? Tal vez, pero, por la posición en la que lo ha usado el nuevo técnico (en los pocos minutos que le ha dado), parece difícil que pueda cumplir el rol de enlace que tanto necesitan sus centro delanteros.

Perdonen que siga insistiendo con este tema, pero al Atlas le urge encontrar armonía entre su medio sector y su punta de lanza. Sin esta transición, podrían traer a cualquier nueve del mundo y la producción de goles seguiría siendo escaza.

Por ahora, a los Zorros les conviene dejar este partido atrás, rescatar lo bueno y buscar la manera de traducir su buen juego en resultados favorables. En la jornada 7, regresarán al Jalisco para recibir a los Tuzos del Pachuca. Veremos si, el próximo viernes, Rafa Puente será capaz de sumar sus primeros puntos como estratega rojinegro.