Con el preámbulo de un símbolo patrio, con veneración y respeto para nuestra bandera, así saltaban los equipos al campo. Con la mano en el pecho y con una entonación nacional, se daba marcha a un partido que lucía atractivo.

El ser humano, para sentir que realmente es humano, debe de sentir, de palpar y de vivir el efecto natural del error. El error es parte de la vida, es parte de cada acción, pero hay ocasiones en las que esos errores llegan en el momento que menos deberían. Desatenciones en ambos arranques le costaron duras ofensas al Necaxa, y ya no se pudo levantar.

‘A toda acción corresponde una reacción…’, nos dice la tercera ley de Newton, ‘ de igual fuerza, aunque en sentido contrario’, añade; pero la de hoy fue inferior, la de hoy, nuevamente no alcanzó, y se suma la tercera derrota consecutiva en el torneo: nuevamente se cayó en la Liga, nuevamente se cayó ante León, nuevamente la defensa tuvo errores puntuales que causaron incertidumbre en el entorno.

No vamos a señalar, no vamos a lanzar culpas, pero es lógico que un momento bastante desagradable ha rodeado al club. Se necesita la fuerza del Rayo, del trabajo de grupo, de la experiencia y del orden, se necesita tranquilidad, y claro, se necesitan algunas modificaciones.  

El símbolo del escudo necaxista, que también merece respeto, parece que últimamente no recibe la valía que debiera. Los jugadores disputan minutos con desconcentración y con desidia, están transformando todo esto en una Odisea, en una historia con un desarrollo complicado, pero a la cual le falta mucho, así es, mucho por contarnos.