Nos trasladamos a un pletórico escenario, a un histórico e imponente Estadio Azteca, con la afición olvidada en la Ciudad de México, con las playeras y las banderas desempolvadas. Nos trasladamos a una esfera llena de gloria, de grandes recuerdos, lugar en donde se comenzaron a bordar las estrellas del presente necaxista.

Una vez iniciados los ensayos, el primero quedó aprobado: los primeros minutos fueron de nervios, normal, pero se lograba avanzar sin recibir los goles tempraneros con los que los habían golpeado en encuentros pasados. Es más, culminaron los 90 minutos sin recibir ninguno. Meta resguardada.

La segunda prueba llegó con el atinado castigo sobre Bruno Valdez, luego de la entrada sobre un renovado Maxi Salas, que fungió como revulsivo para el ataque de los Rayos. La prueba consistió en hacer validar la ventaja numérica y dejar en claro que el hambre de triunfo había aumentado.

Entonces apareció Quiroga, ¡quién más! ‘El Comandante’ marcó la pauta de la victoria y la entonación a los cánticos de la afición que se encontraba en las gradas. El argentino se impuso en un par de ocasiones, recordándole a todos los presentes que no estaba muerto.

Examen tras examen, Necaxa se solidificaba en la cancha, pese a que bajó los brazos en la segunda mitad, pese a que dejó respirar al rival y pese a que no terminaba de matar el juego, las alegrías ya regresaban a la afición. Pero aun así, hacía falta mejorar la calificación, todavía hacía falta la estocada final, aún hacía falta un festejo más: finalmente llegó.

Se conquistó una vez más al estadio Azteca, se logró la hazaña de vencer nuevamente en el torneo y se dejaron atrás esos tres descalabros consecutivos. Lo único malo de todo es que, en la evaluación final, decidieron reprobar al Necaxa: pese a haber superado todas las pruebas, la conducta les jugó una mala pasada, y decidieron reprobarlos por maleducados, pues el jurado alegó que son unos irrespetuosos cuando visitan casas ajenas.

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