Como una epopeya mal contada, la caída del imperio necaxista se volvió a dar una vez más. Era un duelo con muchas opciones, era un duelo en el que se pudo obtener una victoria, pero no fue así.

Tras la primera mitad de la batalla, la superioridad estuvo presente, sí, Necaxa fue mejor, incluso, si hablamos de números, la posesión del balón fue mucho más para los visitantes, pero solo nos dejaron la señal de que, en estos tiempos, de nada sirve tener el balón si no sabes qué hacer con él.

Passerini se estrenó con la camiseta necaxista, como muchos lo querían, como muchos lo pedían, pero el resultado nos arrojó una intermitencia, una incógnita que nos aclara que hay que esperar un poco más, pues incluso falló un mano a mano muy claro.

El medio campo se vio bien, comandado por Baeza, y la recuperación para los Rayos fue altamente efectiva, pero se careció de ideas en los linderos del área.

Jhoao Rodríguez, quien ahora sí estuvo de inicio, fue uno de los más desequilibrantes, aunque recibió demasiadas faltas. Los guerreros saben luchar con todo cuando desean la victoria, y golpe tras golpe, los de Juárez lo supieron anular. Así es, de hecho, las dos tarjetas que recibió el defensor Luis López fueron en faltas sobre la humanidad del colombiano.

En la segunda mitad, la epopeya se enturbió, de repente, lo que parecía una narración de hechos notables, se fue transformando en una tragicomedia. Sobre todo, en aquella jugada en el área, aquella en la que el silbante Fernando Hernández mostró una tarjeta roja para Jairo González y señaló pena máxima. De un momento a otro, todo se convirtió en duda y reflexión, sin ser lo suficientemente contundentes, se les regaló la opción a los contrarios para que ganaran.

Sí, todo era alegría y esperanza antes de aquella jugada, luego vino la tristeza de la marcación, el VAR le regaló a la afición un poco de tranquilidad, pero aún así se mantuvo el penal, mismo que los hizo ponerse un poco tristes; Malagón se vistió de héroe, ¡volvió la sonrisa!, pero el rebote le quedó a Castillo, quien marcó el gol, así que se borró esa mueca de alegría.

Minutos más tarde, la emotividad regresó, tras la expulsión del jugador local, pero la desesperanza y la desilusión se hizo cada vez más intensa, luego de que el silbante concluyera el juego, dejándonos claro que lo que han hecho con los seguidores es simplemente darles un vaivén de emociones.

Leer el final es un tanto complicado, porque son los ganadores los que escriben la historia, y a Necaxa, luego de dos jornadas, no lo han dejado escribir absolutamente nada.  Y no importan los vaivenes de emociones, lo que le hace falta a la afición es leer un final feliz.