El escenario ya se conocía, los comentarios, las estadísticas del torneo y los más recientes juegos hacían más complicada una hazaña, pero el equipo salió valeroso.

Desde el comienzo, el arrojo y la disposición estaban con los locales, un equipo con nuevos bríos y con un semblante totalmente distinto al mostrado en juegos anteriores, un equipo que no necesitó de mucho para horadar la meta rival, aunque en una posición antirreglamentaria.

El asombro de propios y extraños recibió a un equipo de bajo perfil, pero con tenacidad y lucha. Si bien siempre habrá eslabones débiles en la cadena, el material con el que estaba hecha, mostraba más esperanza y alegrías que desilusión. No obstante, esa desilusión se hizo presente muy temprano, cuando un daño que parecía muy complicado de revertir, llegó para callar a una afición que los veía desde lejos. La sensación de tristeza parecía apoderarse nuevamente del club.

Errores de desconcentración impresos en un balón dentro del área, movimientos inexplicables, salidas en falso, falta de comunicación… la loza estaba aún más pesada que al inicio, y la cadena para jalar todo, aún no era tan fuerte.

Con el pasar de los minutos, se tuvieron que reforzar cada uno de los elementos ya presentes, era lo que se tenía, quizás no lo que se necesitaba, pero así se la tenían que arreglar. Habilidades desconocidas y miembros nuevos en la escena dejaban claro que, en la lucha, no dejarían solos a los aficionados, y que el trabajo que podían obsequiar, podía regresar la tranquilidad, por lo menos los próximos seis meses.

Doscientos treintaiún minutos necesitaron para poder hacer gritar a toda una nación, a la nación necaxista, y sí, nuevamente con intervención de un intruso, aquel que les había callado un gol, por cierto, de manera correcta, pero que ahora sancionaba una pena máxima, y sí, también, acertadamente. Así que Passerini colocó el esférico a once pasos de la portería, a once pasos de la red y a once pasos del primer grito descontrolado de los espectadores, que, tras la ejecución vistosa, lo primero que atinaron a hacer fue a cerrar el puño, como símbolo de que lo mejor está por venir.

La sensación que dejaron fue buena, quizás no la mejor, por no haber resultado vencedores, pero a más de alguno le dio por pensar que, después de todo lo visto, Necaxa confirma que puede hacer las cosas bien en el torneo, y que el duelo entre David y Goliat también puede tener gratos empates.