Después de una mudanza, regresar al lugar en el que diste varios de tus primeros pasos y al lugar en el que te realizaste profesionalmente es envolver tu pensamiento en recuerdos y en sonrisas disfrazadas de gloria.

Es imposible olvidar tus vaivenes soñadores, cuando querías alcanzar las estrellas con tus manos. Por más increíble que parezca, parado de puntitas, alcanzaste una, ante las mismas miradas que te esperan desde hace veinticinco años.

Hoy regresas al inmueble que te vio crecer, hoy regresas ya maduro, con más conocimientos y con más experiencias, pero olvidaste que los problemas y los enemigos que cosechaste, ahí seguían enraizados y esperando a que volvieras.

Tu retorno fue incauto, rodeado de un mal presagio y de una confianza que te traicionó. Regresaste inerme, con las manos vacías y con una bandera de paz. Nunca imaginaste lo que vendría.

El escenario estaba vacío, parecía que no llegaría nadie, y así se mantuvo durante toda tu estancia. Los únicos que arribaron fueron los valerosos con sed de venganza, los hombres que llegaron a desnudar las carencias con las que cuentas, aquellos hombres que te mostraron que regresar al lugar donde conseguiste triunfos no es sinónimo de que aún los volverás a encontrar.

Tu partida fue repentina, después de los duros golpes que recibiste, no te quedó más que volver cabizbajo, con la amargura sobre los hombros y con una tercia de ofensas en tu contra.

El problema no es volver al lugar en el que creciste, el problema es creer que podrás obtener el mismo resultado, sin contar con las mismas armas que tuviste en el ayer.

Ahora tu nombre quedó manchado, ahora ‘Necaxa’ se convierte en un concepto que se reduce a desencanto, sobre todo si viene el recuerdo del que fuera tu primer campeonato profesional.

Recibiste un duro golpe, tuviste una fuerte caída, pero a la vez es una experiencia más, una experiencia que te ayudará a seguir forjando el conocimiento que te devolverá esos triunfos que dejaste en el olvido. 

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