Es muy peculiar la forma en la que el dinero nos ha cambiado la perspectiva de las cosas. Prácticamente, la cantidad de dinero presupone la calidad de la mercancía o, en su caso, de cualquier oficio. El futbol contemporáneo no ha escapado a esta tétrica forma de ver al mundo. La magia de Zidane o Ronaldinho son platos de segunda mesa cuando aparece en el noticiario el fichaje más caro de la historia. Las comparaciones entre los artistas como Pelé o Maradona son reemplazadas por la pelea entre cuál es el salario más alto. Sin embargo, a pesar de ello parece que esa exquisitez que ha sabido imprimir el futbol a la cotidianeidad no ha desaparecido por completo.

Como en entregas anteriores me sigo preguntando ¿Cuál y de quién habrá sido el pronóstico más optimista para Pumas en éste torneo? Quiero suponer que algún amante de su equipo, sin “conocimientos extenuantes” de la forma de jugar a la pelota, pronosticó que éstos Pumas jugarían en la parte alta de la tabla de posiciones. Y con la pura ilusión que le provoca ver jugar a su equipo, fue mucho más acertado que los periodistas, exjugadores y comentaristas que presumen, con gala, tener el último y más acabado pronóstico debido a sus sesudos conocimientos.

Lo que parece que va dejando claro el equipo auriazul es que el futbol está más cerca de ser un arte que una ciencia. Las formulas y parados tácticos importan poco cuando alguien recuerda que con una caricia exagerada a la pelota ésta puede clavarse de forma inimaginable en la escuadra, como lo hiciera Iturbe frente a Santos. Si es que se quiere ser más exigente, Mozo rompió su posición y se convirtió en un auténtico diez, sirviendo a los pies de Dinenno para que empujara su séptimo gol frente a San Luis, quebrantando cualquier anticipación táctica.  Romper el esquema parece evocar un mejor futbol que una alineación rígida de las máximas inquebrantables.

Tras diez fechas Pumas celebró sus 66 años cerrando puntero, con veintidós puntos habiendo anotado veinte goles. Los festejos sin duda han sido anticipados y han venido acrecentándose con cada victoria de éste equipo que sumó cuatro al hilo. Pero a pesar de todo, Pumas sigue siendo Pumas. No es novedad que el equipo que viste los colores de la Universidad sea vapuleado por los comentaristas de la liga, en su amplia variedad. Porque ni siquiera le dan la oportunidad a este equipo de celebrar sus propias cosechas.

“Es suerte”, comentan. Me pregunto ¿qué equipo tiene suerte durante 10 partidos seguidos? Tal vez sea suerte qué te caiga el balón en una jugada o que ganes el volado inicial. Pero, a su vez, también es poca suerte que tu goleador no alcance la pelota en el último minuto para llevarse tres puntos, como le pasó a Dinenno frente a Monterrey. La suerte que tiene la pelota es distinta, es una suerte de doble filo, que la pelota rebote dentro o se salga agónicamente y, además, es una  suerte que depende de las piernas de los jugadores y no de sus pensamientos.

¿Éste Pumas es un equipo de verdad?, preguntan. Esta parece ser una pregunta capciosa mucho más compleja que ¿de qué color es el caballo blanco de Napoleón? Y es que los que la formulan son los únicos que saben cuál es la respuesta que quieren escuchar. No, Pumas no es un equipo de verdad. Lo que deberíamos preguntarles es si en verdad están haciendo esas preguntas.

La realidad de Pumas es que no es un equipo cualquiera, es un equipo diferente a todos los demás. Esta inconsistencia en la normatividad de los equipos que pueblan la Liga MX, hace de Pumas un equipo sin género ni comparación, un equipo completamente destacable.  

En un principio decía que los valores futbolísticos están trivializados por el enfoque que le ha dotado el discurso místico del dinero dentro del juego. La calidad no pasa por el pibe con una zurda maravillosa, el futbol le está negado al morro de los zapatos rotos que puede hacer genialidades, porque su calidad depende del valor de su carta en el portal de  Transfermarkt. Si, incluso los que solían saber de futbol ahora lo admiten, mientras más sean los ceros en la plantilla, por arte de magia el futbol crece para dar y repartir. Mientras la nómina de los planteles sea capaz de pagar lo equivalente a la rehabilitación de todo un sistema de salud público, el futbol, acompañará sin dudar alguno a ese equipo.

Pumas este torneo ha desafiado esa lógica, por eso no son un equipo de verdad, son un equipo que jornada a jornada se va llenando de irrealidades. Siendo que Pumas, según los nuevos cánones, debería oscilar entre la posición 10 según el valor monetario de su plantilla,  se encuentra como líder causando las molestias de los “conocedores”. El futbol fácil, el que se nota que sus jugadores disfrutan al jugarlo, el que su director dirige y apasiona es el que parece estar salido de los guiones, ese resquicio es donde se asoma el futbol que fascina a los amantes de este deporte.

El llamado Futbol Moderno, que privilegia el negocio a costa del mismo futbol, es la guía de la opinión deportiva que gobierna los medios. Un equipo que tiene calidad en los botines es inconcebible si no viene del afán de lucro. Eso es lo que ha pasado al equipo universitario, que se quedó sin ceros en la banca pero se nutrió de jóvenes que tienen ganas de jugar a la pelota y no jugar a perseguir billetes. Pumas se ha convertido en el equipo de los imposibles, en el equilibrista que por más que tambalea no se cae. Pumas es un equipo irreal.

En tiempos del futbol negocio, Pumas se ha convertido en una excepción, en toda una proeza. Es difícil encontrar hoy en día la genialidad del juego colectivo, es difícil encontrar un espíritu con el que se ha imbuido este Equipo, solamente nos queda disfrutar este fenómeno de la naturaleza futbolística. Recordando al gran Víctor Hugo Morales:

Dios Santo, ¡Gracias por el futbol!

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