"Estamos obligados a ganar porque es un clásico,  y los clásicos no se juegan: se ganan. Ésa es la mentalidad que tenemos, y no debemos pensar en otra cosa más que en salir y ganar los tres puntos". Ésta fue una declaración de José Abella en una rueda de prensa previa al Clásico Tapatío del sábado. Pero parece ser que él fue el único o uno de los pocos que de verdad asumieron el peso de estas palabras, pues el Atlas salió del Akron con derrota de 3 - 2 a manos de las Chivas.

Y, en caso de que no hayas visto el partido, no te dejes engañar por el marcador. El Guadalajara dominó la práctica totalidad de los 90 minutos, y los dos tantos del Rojinegro cayeron en los últimos 10, cuando el rival ya había marcado su tercia. Uno de ellos fue de penalti, y ya con el final del partido encima.

El encuentro de la jornada 14 dejó exhibidos a muchos de los jugadores del Atlas, y decir que a la mayoría de ellos no les corre sangre por las venas sería una muy buena forma de resumir el análisis. El Equipo del Paradero perdió su quinto clásico de forma consecutiva, y la esperanza del repechaje se ve más lejana que nunca.

Angulo y la displicencia defensiva

La noche del sábado, los tres goles del Rebaño cayeron después de una asistencia por la banda derecha en relación al ataque. Es cierto que el segundo y el tercero estuvieron precedidos por buenas jugadas en conjunto, pero todas las anotaciones tuvieron algo en común: una marca muy floja y permisiva por parte de Jesús Angulo.

Y los goles fueron tres, pero la realidad es que el culichi dio muchas facilidades durante todo el encuentro. Entre no encontrar su zona en la cancha y trotar más que correr, el lateral de la izquierda regaló ese sector del terreno de juego en varias ocasiones, y Uriel Antuna aprovechó para hacer daño prácticamente cuando quiso.

Una cosa es enfrentar a un adversario más rápido que tú. Si ésa es la situación, la falta de velocidad se puede suplir con otras condiciones físicas y técnicas. Pero el caso de Angulo este fin de semana fue distinto, de completa displicencia por su parte. El ex de Santos ha sido de los pocos que ha mostrado un juego decente para el Rojinegro en este torneo, pero, en el partido más importante de la temporada, quedó muchísimo a deber.

Lo que hubiera sido

Hacia el final del primer tiempo, Luciano Acosta tuvo una oportunidad muy clara para cambiar el rumbo del partido. Con desventaja de dos goles, una buena jugada se combinó con la fortuna para dejar al argentino en un mano a mano frente al arco de Raúl Gudiño. El argentino tuvo todo para devolverle la vida a su equipo, pero cruzó demasiado su disparo y el medio tiempo llegó con el marcador en 2 - 0.

Es muy complicado hablar del 'hubiera' en el fútbol, porque no conocemos el posible desarrollo de la segunda mitad de haberse concretado esa opción. Sin embargo, es cierto que una desventaja de un gol es mucho más fácil de manejar que una loza que pesa el doble, y, con toda probabilidad, haber anotado justo antes del descanso hubiese levantado mucho el ánimo de los Zorros.

Ciertamente, Acosta se perdió una muy clara para anotar, pero no por esto debemos comenzar a demonizarlo. Desde mi perspectiva, 'Lucho' sigue siendo el futbolista más peligroso al frente que tiene el Atlas, y me parece que la generación de fútbol ofensivo seguirá pasando por sus pies el resto del torneo.

Hay que sentir la camiseta

Abrí esta columna con unas palabras de José Abella. Ahora, quiero retomar una declaración que Diego Cocca hizo el mismo día que sus futbolistas se pronunciaron respecto al Clásico Tapatío: "si no me moviera jugar un clásico y querer ganarlo, me estaría replanteando muchas cosas". Siguiendo esta lógica, la gran mayoría de los jugadores atlistas deberían estar haciendo este proceso de replanteamiento.

Y es que, generalizando, el equipo no se vio motivado por el escenario. Ni la búsqueda por el repechaje, ni intentar salvar al club de la sanción económica y el descenso simbólico, ni el hecho de estar jugando contra el máximo rival. Nada pareció mover el espíritu de los futbolistas para tratar de competir y dar una actuación decente.

De todos los que jugaron en la cancha del Akron, salvo a Camilo Vargas (como siempre) y al citado Abella. Probablemente a Renato Ibarra, a Diego Barbosa e incluso a Jairo Torres, y esto teniendo en cuenta que los últimos tres lucieron más por tripas que por buen fútbol. De cualquier forma, eso es lo mínimo que se pide de un jugador en un clásico.

Mucho se ha dicho que 'la Fiel' no se siente representada por quienes portan la camiseta de su equipo. Creo que ese sentimiento tomó una dimensión superlativa este fin de semana, pues la poca ambición de la mayoría del plantel no está ni cerca del nivel de pasión con el que los aficionados rojinegros viven este tipo de partidos.

¿Algo que rescatar?

Cuando se pierde un clásico, es difícil ver algo positivo. Más aún cuando se pierde de la manera en la que se perdió este último, ya que casi se podría decir que el equipo no hizo un esfuerzo por competir o dar un juego digno.

Rascándole mucho, podríamos esperar que el hecho de por fin haber anotado le dé confianza a Ignacio Jeraldino para seguir encontrándose con el gol en el cierre del campeonato. Esto, sin embargo, se basa más en una esperanza hipotética y no en un análisis lógico, pero, a estas alturas, cualquier lógica presenta escenarios negativos para los Zorros.

En los últimos tres partidos, el Atlas se juega una repesca que podría darle acceso a la Liguilla. Y que el club y la afición agradezcan a la junta de dueños, porque, en una Federación más transparente, el equipo también se estaría jugando su permanencia a la primera división.

Se viene América, en el Azteca, y ese encuentro va a ser bastante más complicado que el Clásico. Después, recibir a Puebla, en un duelo que podría ser el único con pronóstico favorable para el Rojinegro. Por último, la visita a Tigres, y que Dios se apiade de los Zorros si ese partido es el definitivo para intentar conseguir algo en este torneo.