Con la ausencia de los rivales que estaban programados, la falcada de motivados elementos contaba con un reto distinto, ahora en busca de un nuevo triunfo.

Los primeros minutos se convirtieron en insinuaciones infructuosas del cuadro local, y la visita solo esperaba y buscaba, pero no encontraba.

Las llegadas claras se dieron a cuenta gotas, agobiadas en la incertidumbre de un panorama tenso y nublado, pero para ambos clubes. El primer tiempo terminó, incluso, bajo el yugo de una muerte cansina y demasiado lenta. Sí, la primera parte terminó, era tiempo de descansar, de replantear, de buscar nuevas alternativas. ‘El Profe’ tenía, paradójicamente, una importante tarea.

En esa segunda etapa mucho más redituable para el Necaxa, al menos en los últimos torneos, la luz de ese ambiente irracional les había llegado, los estaba impulsando para tocar el arco rival, los motivaba tanto que estuvieron a punto de conseguirlo, pero un cándido y rígido enemigo les cortó la ilusión, aunado a la desconcentración de Ían.

De pronto, cuando el empate ya estaba firmado, David Cabrera rompió todos los papeles del contrato; rompió, con esa sublime genialidad, el pacto que se había redactado, para así darle una emoción a todos los aficionados que, frenéticos, esperan alegrías más continuas.  

La situación no cambió mucho, la victoria solo opacó, momentáneamente, un funcionamiento que deja aún bastantes dudas, pero esas cinco victorias consecutivas son una gran hazaña, una hazaña que no se veía desde hace bastantes años, al menos en los albores de esta institución.

Se vienen cosas más complicadas, se vienen momentos más difíciles, pero esa grata sensación de gritar gol en el último minuto ¡no se las quita nadie!

VAVEL Logo
Sobre el autor