Fue un grito seco; al menos de entrada. Un grito que dejaría secuelas al día siguiente en las gargantas de la afición que estaba viendo finalmente a su equipo en vivo después de un abrumador año de espera.

“Cabecita” Rodríguez disparó al costado derecho de Luis Manuel García, arquero de Toluca.  Gol celeste. Gol que los colocaba a cuatro partidos de conseguir su noveno título, pero que antes debían aguantar varios minutos más.

Fueron dos largos años. Dos largos años entre el último partido que tuvo afición celeste en el Estadio Azteca correspondiente a unos cuartos de final y el de anoche con una pandemia de por medio.

Pasé por los distintos filtros. Caminé como si fuera la vez primera que visitaba el Estadio Azteca. Subí las rampas, llegué a mi asiento y todo esto sin dejar de observar a mi alrededor. Era el mismo inmueble al cual me había acostumbrado, pero sentía como si recién me lo presentaran.

Sabía de entrada que no vería un inmueble lleno, pero sí esperaba un gran ambiente por todo lo que se mencionó en la semana previa. Así fui notando cómo se iba llenando el estadio mientras faltaba menos para el inicio del partido.

Cruz Azul necesitaba un gol para pasar a semifinales. Básicamente ganar en marcador global o igualarlo sin recibir más de un gol del visitante.

El ambiente fue cambiante. Muy grato en los primeros minutos y a lo largo del tiempo inicial; tanto de la afición local como visitante. El 1-1 puso aún más nerviosismo, un nerviosismo que se extendió en parte del segundo tiempo…

Con el marcador global en contra, sin porras ni barras, la afición azul alentaba a la par que la incertidumbre navegaba por el Estadio Azteca. Tensión, nerviosismo, recuerdos, qué sé yo.

Reloj que no se detenía y el primer momento cumbre de la noche; Misael Domínguez a la cancha. El joven futbolista que ha deleitado con sus pocas apariciones en su etapa como celeste fue el último recurso que lanzó Juan Reynoso en busca del gol del pase.

Y así fue. Taconazo del “14” a Luis Romo, falta y penal. La locura.

Jonathan Rodríguez disparó con fuerza y la balanza nuevamente era azul. El Azteca rugió, sacó el nerviosismo y abrazó al equipo para los minutos finales. Faltaba tiempo, pero ya tenían la ansiada ventaja.

Todavía hubo tiempo para un par de detonantes más; el primero tras un contragolpe entre el uruguayo y Santiago Giménez, quien también ingresó de cambio. Remate de izquierda del “Bebote” y el 3-1 en el marcador.

Adiós playera; jugadores titulares y suplentes fueron a celebrar a una de las esquinas de la cancha con la gente. Contraparte de Reynoso que contenía esa alegría por la precaución de los minutos finales y la latente oportunidad de Toluca; pues un gol diablo podría dejar todavía fuera a los azules.

Los segundos finales parecían no terminar. Hasta que el silbatazo se escuchó en el inmueble y seguido un ensordecedor grito que llevaba el pensamiento: 4 partidos más. Cruz Azul está más cerca de lo que todos sabemos de sobra.

Así transcurrió la vuelta al estadio de la afición cruzazulina. Con una nueva oportunidad, ahora de la mano del técnico peruano y con un presente tan distinto a lo que fue el final del 2020.

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