Enderezar un mal paso siempre ha sido posible, pero encontrar una solución puede ser bastante complejo y tardado.

El conjunto del Necaxa ha arrastrado su honor en los últimos días, enjuagando su rostro decaído con las lágrimas que a la afición le han ido brotando.

Día a día se buscan soluciones, pero desde el sector erróneo y confundido. La frustración, el enojo y la tristeza confunden el ánimo, y no son el mejor consejero.

Incluso, el día de ayer, cambiaron de vestimenta para jugar de gala en su visita a Hidalgo, las soluciones —desde millones de ámbitos— bien pudieron aferrarse a una creencia infundada en los poderes sobrenaturales e irracionales, pero que tampoco funcionó. No, jugar de negro no era la respuesta.

Cambios en la plantilla, cambios en las formaciones y hasta el registro de refuerzos en un plazo en donde los meses ya te cobran intereses. Nada, no ha funcionado nada.

El paso sigue desbalanceado, con rumbo perdido y desorbitado, cual luna desgastada de una noche en donde se juega a todo, menos al futbol.

La silbatina de ayer fue unísona, se repartió entre camisetas locales y visitantes, reclamando el espectáculo tan pobre que se ofreció en el empastado. El consuelo para el equipo local fue que al menos sumaron tres —valiosos— puntos.

Pero ¿y la visita? Incómodos y expulsados de un campo, con la mirada pesada e imposible de levantar, con la boca amarga y un sinsabor tras cuatro derrotas continuas, con el desaliento de la afición que reclama culpas y asecha antagonistas.

Buscando el arco se encaminan desde hace 308 minutos; pero, con ojos llorosos, no se puede ver nada; buscando la gloria se han preparado para dar un mejor rendimiento; pero, frustrados los sueños, no hay motivo para poder alcanzar la cima.

Se acaban las esperanzas, se acaban las ilusiones..., poco a poco se va silenciando aquel murmullo que prometía resultados positivos. Ahora los polvos mágicos se disuelven en una pócima que resulta muy desagradable beber.

Quizás es tiempo de ver a futuro, quizás es tiempo de replantear lo que vendrá el próximo año, y, así, poder comenzar a caminar más tranquilos. 

Enderezar un mal paso siempre ha sido posible, pero no así un árbol, y menos si viene torcido desde la raíz.

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