Bríos renovados acompañaron al plantel de Necaxa en su viaje a Nuevo León, un conjunto de jugadores con una sonrisa pintada sobre el rostro —nuevamente—  y una afición que ya se había encargado de llenarse de ilusiones desde el partido anterior.

Aduana complicada la que se atravesaba en el camino, pero el local no había defendido de la mejor manera su casa durante el torneo, por lo que la visita saldría inspirada, además de que contaba con un nuevo guía en su arduo camino.

De los veintidós hombres sobre la cancha, el más inspirado fue el guardameta de la visita, hombre que —desde el primer momento— salió decidido a colgar el cero en su arco.

Una, dos, tres... ocho atajadas encumbradas en sus guantes, ocho atajadas que se adjuntaban a los gritos y a la pasión que emanaba desde el banquillo.

Dieciséis meses de juego le bastaron a Luis Ángel Malagón para romper la cifra del centenario de salvadas, una cifra que hace crecer la fe de las personas que lo rodean, de las personas que lo apoyan y de las personas que tienen hambre de creer en algo positivo.

No se puede depender de un jugador, y menos si es el último de cara al gol, pero de algo podrán estar seguros: "un buen equipo se forma de atrás para adelante".

Malagón hoy puso su parte, ahora es turno de los demás, jugadores que deberán de trabajar para que la afición crea en ellos y que pueda edificarles esa misma confianza que tiene hacia otros hombres.

El camino es arduo, sí, pero el nuevo guía debe de saber conducir al equipo que está tomando. En sus propias palabras confesó contar con un plantel apto, por lo que no hay excusas para que este camino termine aterrizando en la zona de repesca. 

El primer paso está dado, la inspiración y la motivación están a tope; la afición está ansiosa de triunfos, pero esperemos que esos mismos deseos contagien a todos los dueños del balón.