En la antesala del día de muertos,

Mazatlán llegaba alardeando contundencia;

no llegaron solos, pues la parca

venía buscando un reclamo de demencia.

 

Con disfraz de liga mexicana,

la calavera quiso acuchillar al club;

no había ganas de hacer nada,

así que ellos mismos construyeron su ataúd.

 

Las jornadas fueron avanzando,

y los mensajes de susto levantaban el telón;

los minutos se fueron desgastando

y el suplicio se llevaba de víctimas a la afición.

 

La tabla de cocientes amenazaba,

la presión en Necaxa era constante,

hasta que recordaron ya en picada

que podían cambiar de gobernante.

 

Desafiando la noche de los difuntos,

llegaba para recordar que aún se puede,

hizo valer hasta el último segundo,

y el equipo cambió con la llegada de Guede.

 

Justo cuando intentó la huida,

la parca se percató de algo curioso,

el club aún seguía con vida,

a pesar del torneo tan desastroso.

 

Un gol en el último suspiro,

sumado al triunfo de la semana pasada,

enderezaban un poco el camino

y Maxi Salasotra vez les daba alas.

 

“La flaca” cedió y dio un paso al costado,

mientras se burlaba por la anunciada mediocridad,

“algunos de sus jugadores son de mi agrado,

así que les daré una segunda oportunidad”.

 

“Quédense a jugar la última jornada”,

les decía mientras se marchaban rumbo a León,

si pierden vendré la próxima semana...,


quizás me hagan compañía en el panteón.

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