Nacido en el estado de Michoacán. Uruapan para ser exacto. El 11 de diciembre de 1966 sintió por primera vez el aire, esa misma brisa que acariciaría su cuerpo y lo ayudaría a volar bajo el marco. Ese día, nació José Adolfo Ríos García.

Hablar de su vida personal sería dejar a un lado los magníficos dotes futbolísticos que Adolfo Ríos trajo consigo a la hora de nacer. Desde niño, Ríos mostró un gran afecto por el fútbol, principalmente por la portería. Claro estaba que su futuro como cancerbero ya estaba escrito. Entonces fue la cantera de Pumas que se encargó de forjar el carácter y moldear a quien sería uno de los mejores arqueros de México.

La preparación de Ríos fue corta hasta cierto punto, derramaba talento y cada vez más se acercaba al primer equipo. En el mundo del fútbol hay un dicho que dice “Un portero sin suerte, no es portero”; y quizá el 3 de noviembre de 1985, la ya mencionada acompañó al joven guardameta. Adolfo salió a la cancha en la segunda mitad en la que estaban enfrentando a Chivas en la cancha del Estadio Universitario. Llegaba el momento en el que si hubo nervios, tuvieron que disiparse para ser reemplazados por la concentración, el coraje, la entrega y la ilusión de una promesa para la portería. El debut de Ríos marcó el inicio de su gran carrera.

Fueron 5 años en los que el michoacano vistió la camiseta universitaria, un lustro en el que defendió un marco que representaba todo en su vida; media década que bastó para marcar fin a su época Puma, pues el 1990 abandonó la que fue su casa, la institución que lo vio nacer. Ese mismo año, Veracruz estrenó arquero.

Ríos García tuvo que abrir un capítulo nuevo en su vida y cerrar aquel que lo marcó. Si en 5 años adquirió seguridad, los próximos 7 que pasaría en el cuadro de los Tiburones le proporcionarían experiencia. Por casi una década, Veracruz fue más que un hogar, fue sin duda la catapulta que lo lanzó al camino de sus mejores momentos.

Todavía siendo arquero del cuadro jarocho, Ríos fue convocado para participar en la Copa América, misma que le daría la titularidad en la Selección Mexicana, destacando por su gran participación ante Ecuador, siendo en la tanda de penaltis, donde demostraría el por qué debía ser titular. Fueron 3 los atajados: a Luis Capurro, Rosero y Ulises de la Cruz, con lo que México avanzó a semifinales. México ganó el tercer lugar. Las lesiones impidieron que tuviese más acción con el cuadro Azteca. 

A finales de 1997, Necaxa adquiriría los servicios de un guardameta que vino de menos a más. Los Hidrorayos le regalaron la oportunidad de conseguir uno de sus más grandes sueños: una final. Fue así que en 1998, Necaxa se coronó campeón ante Chivas. 

En 1999, Ríos dejó de ser Rayo y se integró a las filas del Club América, donde consolidó y culminó su carrera con otro campeonato, esta vez contra su antigua casa: Necaxa. Ese mismo año volvió a aparecer en Copa América, esta vez en la banca.

En 2004, decidió colgar los botines y terminar con su carrera como futbolista para pasar a ser comentarista en Televisa.

Finalmente, el 30 de agosto de 2012, Adolfo se convirtió en Presidente Deportivo del Club Querétaro, en el que sigue demostrando sus amplios conocimientos futbolísticos.

Es una leyenda, para propios y ajenos. Temido por delanteros y envidiado por otros arqueros. Atajadas monumentales y alegrías infinitas. Uno de los mejores porteros que en los últimos tiempos México ha visto. Su nombre es Adolfo Ríos, mejor conocido como "El Arquero de Cristo".

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Sobre el autor
Hugo González
Comunicólogo en proceso y futuro Periodista Deportivo. 100% hecho en Acapulco. Americanista de nacimiento hasta el deceso. Culé fiel y seguidor de los Patriotas. Escribir para el deporte es mi única pasión. Dejo que un balón haga que mi cabeza se llene de inspiración.