América fue el equipo en el que Cuauhtémoc Blanco escribió las más valiosas páginas de una brillante carrera futbolística que está a punto de llegar a su fin 21 años después de que el ídolo de Coapa debutara en 1990.

El 17 de enero de 1973, en el seno de una familia humilde, en el barrio de Tlatilco de la delegación Azcapotzalco en la Ciudad de México, nació el segundo hijo de seis varones en la familia Blanco Bravo. Su madre lo llamó Cuauhtémoc, un nombre de origen náhuatl que significa ‘águila que cae’, sí, águila, como el mote del equipo de sus amores y al que llenó de tantas alegrías: el Club América.

Desde los seis años, ya viviendo en Tepito, demostró su gran pasión por el futbol y ganó diversos campeonatos con su equipo amateur Impala, en el que también destacó muchas veces como campeón goleador.

Tiempo después, todavía en el Impala, Cuauhtémoc fue descubierto por el cazador de talentos Ángel Gónzalez, quien lo llevaría al América, al cual Blanco se incorporaría en 1988 para formar parte de las categorías inferiores del club.

La vida y carrera futbolística del gran ídolo de las Águilas se ha visto enmarcada de anécdotas, como aquella que es tan triste y tan emotiva que relata que al recibir su primer sueldo, Cuauhtémoc lo ocupó para comprarle un pastel a su madre, por la que siempre ha demostrado el mucho amor que le profesa.

Dos años esperó Cuauhtémoc para su ansiado debut, hasta que el 5 de diciembre de 1990, el técnico Miguel Ángel ‘Zurdo’ López decidió ingresarlo en el segundo tiempo en el juego que América disputaba contra León en el estadio Nou Camp.

El 'Temo' en sus inicios con el Club América (Foto: Twitter @Cuauhtemoc10Fan)

Sin embargo, la gran oportunidad de Cuauhtémoc Blanco llegaría hasta la temporada 94-95 cuando Leo Beenhakker tomara las riendas de un América que ofrecería espectáculo al por mayor; entonces el técnico holandés decidió ubicarlo entre los titulares del equipo.

Cuauhtémoc considera a Leo Beenhakker uno de los mejores técnicos con los que ha trabajado (Foto: Twitter @History_America)

Cuauhtémoc dejó la presión de pasar de promesa a realidad y junto a un equipo de grandes jugadores, se mostró atrevido, sin temor a nada, sabedor de que no tenía nada que perder, pero sí mucho que ganar, y que su juventud no era pretexto para no dar el gran salto en un club de tanta magnitud como lo es América.

Periodistas, comentaristas, analistas, ex compañeros y demás hombres del mundo del futbol le han reconocido que siempre haya sabido ubicarse, pues aunque Blanco siempre ha sido fiestero, nunca evadió su responsabilidad en la cancha. Sin duda, esto ha sido otra de las cosas que lo han llevado a ser el ídolo de una nación entera, pues en cuanto pisaba una cancha, su vida privada no existía.

Tuvo cuatro períodos en América; en 1997 saldría al Necaxa, donde se mantuvo dos temporadas y sería campeón goleador con 16 tantos en el torneo de Invierno 97.

En 1998 regresaría al equipo de sus amores, pero partiría nuevamente en el año 2000, esta vez para jugar en España con el Valladolid en donde tuvo un paso que no dio mucho de qué hablar, marcando únicamente dos goles con equipo ibérico. Su baja de juego se dio a causa de una lesión sufrida a manos de Ansil Elcok en un partido de la Selección Mexicana contra Trinidad y Tobago.

La 'Cuauhteminha', su jugada maestra (Foto: saborlatinotv.com)

En el 2002, regresaría al América, que acababa de ser campeón; ya con un estilo de juego diferente y jugando como distribuidor, pero Cuauhtémoc volvería a salir de la institución azulcrema para jugar con los Tiburones Rojos de Veracruz, club en el que se convertiría en el máximo ídolo escualo de la actualidad.

En 2005, regresaría por última vez al América para sellar con broche de oro su historia con el América. El 2005 fue el año cumbre de la carrera de Cuauhtémoc Blanco, ya que junto a una generación de grandes futbolistas (algunos de talla internacional como el ‘Piojo’ López), conquistó el título del torneo mexicano Clausura 2005.

Ser campeón con América lo confirmó como el último gran ídolo de las Águilas; niños se han convertido en hombres y han visto como el ‘Temo’ defendía esa camiseta en la cancha incondicionalmente.

La famosa 'Temoseñal' (Foto: changoonga.com)

En 2007, Cuauhtémoc dijo adiós para siempre a las Águilas del América y aunque ha expresado muchas veces sus intenciones por retirarse en el equipo que lo vio nacer, todo parece que colgará las botas jugando para Lobos BUAP, su actual club.

Parece indignante que un jugador de la talla de Cuauhtémoc Blanco se pasee por los campos de la tan devaluada Liga de Ascenso y tenga que retirarse en ella, sin embargo, su pasión por el futbol no distingue tal situación.

La conexión de Cuauhtémoc con las canchas y su amor por la de gajos son un legado para las futuras generaciones de futbolistas, un ejemplo de liderazgo y la prueba fehaciente de que cuando se anhela un objetivo, el trabajo constante es la única manera de alcanzarlo.

No he podido evitar que al escribir y recordar lo que Cuauhtémoc Blanco hizo en el América se me erice la piel y se me empañen los ojos de lágrimas. Seguramente lo provoca en cada una de aquellas personas que aún tienen la dicha de observarlo correr tras ese balón que durante dos décadas ha sido su mejor amigo, que desde niño lo acompañó.

Cuauhtémoc, tal cual como un Da Vinci, ha trazado grandes obras de arte, ha escrito como un García Márquez las mejores obras literarias, y como un Beethoven ha compuesto las melodías más bellas.

El ‘Temo’ nació para ser ídolo y leyenda de las Águilas, así lo destinó el nombre con que su madre lo llamó y que lo enlazara en cuerpo y alma con el América, que le pintó de amarillo el corazón: Cuauhtémoc, el águila que cae... pero sólo para reemprender el vuelo.