Pocos son los jugadores que pueden presumir ser queridos en dos o más instituciones; máxime si uno de ellos es el América.

El caso de Hugo Norberto Castillo es uno de ellos. El 'misionero' llegó al futbol mexicano en 1996 para los Rayados del Monterrey tras su paso en Argentina con Guaraní y Deportivo Español. Su etapa en el norte del país no fue para nada grata y en 1998 se enroló con la escuadra del Atlas.

Ahí el ariete pampero fue pieza clave que los rojinegros llegaran a la final del torneo Verano 1999 bajo las órdenes del hoy técnico azulcrema, Ricardo La Volpe.

Tras tres grandes años en el club tapatío, las águilas del América decidieron fichar al delantero para el Torneo Verano 2002. En aquel campeonato local, el misionero fue el jugador que más participaciones tuvo con 17. El conjunto crema llegó a la final y en la vuelta el partido se encontraba en tiempo extra cuando un certero cabezazo del 10 americanista, terminaba con la sequía de 13 largos años sin título para los de Coapa.

Hugo se mantuvo con el equipo hasta el año 2004. En total, el delantero participó en 112 encuentros con la casaca americanista y marcó en 31 oportunidades.

El andar de Castillo en América fue cumplidor. Un tipo que se entregó siempre y aunque no fue un futbolista de época, el americanismo le guarda mucho cariño por lo logrado aquel 26 de mayo del 2002 en la cancha del Azteca.

Una vez concluido su vuelo por Coapa, tuvo un breve paso por Santos Laguna y posteriormente se retiró en Guaraní en el año 2007, mismo club al que dirigió en 2009-2010.

En el 2014 el Misionero fue contratado para dirigir al equipo Sub-20 del Atlas y en noviembre del año pasado recibió su oportunidad en el primer equipo de los Zorros tras la salida de Gustavo Matosas.

Siempre que rojinegros y azulcremas se enfrentan, es inevitable recordar al que por algún tiempo llevó la casaca número 10 de ambas instituciones.

Jugando para Atlas le convirtió en tres oportunidades al América (uno en Liga y un par más en Selectivo Pre Libertadores), mientras que con la crema nunca pudo anotarles a los zorros.

La historia del chico de Misiones es muy peculiar. Querido y respetado en dos instituciones históricas del futbol mexicano.