Hubo que serenarnos y ponerle cabeza fría a estas líneas para no decir una barbaridad, aunque la situación lo amerite por completo.

A pesar de ser una constante en los últimos años, muchísimos de los últimos años, la precaria actualidad del Puebla resulta más que preocupante por un asunto de (continua) incapacidad en puntos medulares de la estructura del club: el banquillo, la plantilla y la dirección deportiva.

José Saturnino Cardozo

Cuando el estratega paraguayo aterrizó en la Angelópolis, la idea no lució del todo mal. Ante la nula productividad de Ricardo Valiño, su antecesor (1 punto de 12 posibles), y de entre todas las opciones que se manejaron para hacerse cargo del equipo en el resto del torneo, lo de Cardozo lucía como la opción más rentable.

Hay que decirlo: durante sus primeros encuentros como mandamás del Puebla, todo indicaba que el discurso era adecuado y, con ello, el equipo había recuperado el espíritu competitivo y la famosa ‘actitud’; sin embargo, con el paso de las jornadas, la Franja se fue diluyendo hasta quedar, prácticamente, en la nada. Una productividad más que preocupante, poca reacción en momentos clave de los partidos y, lo peor de todo, un desmorone colectivo que, parece, aún no encuentra su punto más grave.

Al término del partido ante Veracruz, Cardozo lanzó una declaración innecesaria e inverosímil: “No puedo reconocer a éste (equipo) como mi equipo, porque yo no entreno así. Jugamos al revés de lo que entrenamos. Si soy el que está afectando al equipo, doy un paso al costado sin ningún problema“; entonces, ¿sobre qué nivel de gestión de grupo estamos hablando?

Los jugadores

El futbol es de los futbolistas: cliché o verdad absoluta, como se quiera entender, pero a final de cuentas, para bien y para mal, el crédito es de quienes ejecutan en el campo de juego; y esos no son ni los entrenadores, ni los aficionados, ni nadie más.

En la actual plantilla de la Franja, existen jugadores a los que se debe exigir mucho más, a los que no se les puede permitir seguir arrastrándose en el campo y, con ellos, la camiseta. (También están aquellos “futbolistas”, quienes no tienen absolutamente nada qué hacer, no digamos en el Puebla, en el futbol profesional. Pero de ellos hablaremos más adelante).

El Club Puebla perdió el rumbo por completo, no tiene pies ni cabeza

Sin embargo, en este delicadísimo ejercicio de la crítica y el análisis, en el cual es muy fácil confundir la crítica con el ‘reventar por reventar’, también hay jugadores que, por equis razón, son señalados como los culpables absolutos de todo. Y quiero centrarme en dos de ellos: Robert Herrera y Cristian Campestrini.

Por el lado del zaguero charrúa, las cosas no son tan incendiarias. Es cierto, durante este torneo, Herrera cometió fallos groseros, increíbles y absurdos, mismos que provocaron derrotas y la consecuente pérdida de puntos. Sin embargo, en los últimos años, el uruguayo es uno de los pocos jugadores que, desde su primer partido con este equipo, demostró mentalidad, profesionalismo y, lo más importante, respeto por la institución.

El segundo: Cristian Campestrini. Hoy, el arquero argentino es el culpable de moda, el responsable de todos los males actuales y añejos; en pocas palabras, el chivo expiatorio.

Hay que tener un poco de memoria: junto a otros futbolistas clave, y con un entrenador que se dedicó enteramente a darle un estilo al equipo (Pablo Marini), Campestrini fue pieza vital para dos logros fundamentales y que no son tema menor: que Puebla consiguiera regresar a una Liguilla después de una larga ausencia y, evidentemente, la permanencia en Primera División.

De manera independiente a sus grotescos errores en el actual campeonato y su incuestionable baja de rendimiento, y aunque él mismo se ponga la soga al cuello (soportado, también hay que decirlo, en declaraciones llenas de una ironía completamente ridícula, soberbia e innecesaria), Campestrini se encuentra lejos de ser el único culpable de la tristísima actualidad del equipo.

La dirección deportiva

Cuando se trata de realizar visorías en el extranjero, presumir el cargo, en las épocas de bonanza, existen personajes que, ni tardos ni perezosos, se suben al ladrillo, acentúan el tonito del verso, padrotean, sacan a relucir las gafas y se encargan de aparecer en todas las fotos, conferencias y eventos posibles.

Sin embargo, cuando las cosas no van bien, cuando los resultados no acompañan y las miserias de su trabajo quedan completamente al desnudo, es entonces cuando se apuesta por la oscuridad, por alejarse de los reflectores y, por supuesto, abandonar el barco.

Cuando hablamos del tema de los jugadores, existió un grupo muy selecto al que dejamos para el final. Un grupo de futbolistas, por llamarlos de alguna forma, que por alguna extraña razón fueron los elegidos para fungir como refuerzos de un equipo que, no digamos pudiera pelear por la Liguilla, sino para luchar por la permanencia en el máximo circuito.

En la actual plantilla, existen jugadores que no aportaron, no aportan y, muy probablemente, no aporten nada en lo que resta del campeonato; sí, pero: ¿acaso estos futbolistas se contrataron solos y decidieron llegar al vapor y de golpe?

El diseño del actual equipo es un tema que debe analizarse muy a fondo: ¿quién decidió que estos ‘refuerzos’ llegaran al Puebla?, ¿bajo qué condiciones, requisitos o cualidades fueron seleccionados para formar parte de un proyecto que, desde hace muchísimo tiempo, su objetivo principal es no descender?

Si el nivel y rendimiento del banquillo y de la plantilla deja mucho que desear, ¿en qué lugar dejamos a la dirección deportiva del equipo? Las consecuencias fueron inevitables.

El Club Puebla perdió el rumbo por completo, no tiene pies ni cabeza. Despilfarró cada una de las oportunidades para olvidarse de lo que hoy le apremia. No tiene un líder ni fuera ni dentro el campo, está abandonado, agonizante y, lo peor de todo, a la espera de que los errores ajenos le permitan, por nueva ocasión, permanecer en la Primera División.

Nos leemos en la próxima; y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.