Un hombre ingresó al Olimpo y brilló con luz propia en una noche oscura en el desierto de Arizona. Fueron 328 yardas y cuatro pases de anotación para que Tom Brady se ganara un lugar entre los más grandes de este deporte.

Brady se repuso a dos Súper Bowls perdidos ante los Gigantes, a dos intercepciones de la mejor defensiva de la liga y guió a los Patriotas a conseguir su cuarto anillo de campeonato y alcanzar así a las leyendas de Joe Montana y Terry Bradshaw, luego de vencer 28-24 a los otrora campeones Halcones marinos de Seattle.

No habían cometido errores. Los Patriotas arrastraron las cadenas por todo el emparrillado, ya se encontraban en la zona roja y sólo había que ponerle la cereza a un pastel que el propio Tom Brady había cocinado.

Pero la suerte pondría a cada quien en su respectivo lugar. El que desde que se pateó el ovoide se convirtió en el pasador con más partidos jugados en la historia del Súper Bowl, no pudo quebrantar la férrea defensa de los Halcones Marinos y Jeremy Lane le interceptó un pase en las diagonales y así despojarlo del que parecía un sueño perfecto.

Sin embargo, el precio que pagó Lane por dicha hazaña fue demasiado alto. El esquinero no volvería al partido al lastimarse el brazo al caer al césped tras su gran jugada defensiva.

Wilson seguía impreciso, así como en el partido que decidió al campeón de la NFC, el mariscal de Seattle no podía completar si quiera un pase completo, situación que repercutió en la defensiva de su equipo, que se desgastó de tanto tiempo en el terreno de juego.

Así, la ofensiva de Nueva Inglaterra volvió a tener la posesión del balón. Esta vez Brady no falló, se apoyó en Amendola, Blount y Vereen para llegar hasta la zona roja. El quarterback de los Pats alzó la vista, miró a su blanco y disparó justo al centro de la zona de gol, donde Brandon LaFell se colgó del ovoide para romper el cero en Glendale, Arizona.

De pronto,  llegó el despertar de la ofensiva del campeón de la Nacional. Wilson fue preciso cuando tuvo que serlo y le bastaron ocho jugadas para renovar los ánimos del equipo de Pete Caroll.

Marshawn Lynch activó su modo “Bestia” y empató el partido. A escasas tres yardas de las diagonales, el despiadado corredor no tuvo piedad de la defensiva rival y entró como tren a la estación que llevó a los Halcones Marinos a empatar el partido.

Ya en el ocaso de la primera mitad, Brady tendría tiempo para más. Una serie impecable, en la que sólo un minuto y 45 segundos bastaron para que Brady aniquilara el perímetro de Seattle y encontrara en la figura de su fiel secuaz, Rob Gronkowski para anotar su segundo touchdown del partido y devolverle así la ventaja al equipo de Bellichick.

Pero cuando las esperanzas parecían nulas para los Halcones Marinos, al menos durante la primera mitad, Wilson sacó la casta. Sólo 29 segundos le bastaron para cruzar medio campo y con una genialidad, lanzó y encontró a Chris Matthews para emparejar el marcador y llevarse al descanso la ventaja anímica.

Ya en el tercer cuarto, los Seahawks tuvieron la primera serie, Wilson y compañía capitalizaron bien la oportunidad y con gol de campo de Hauschka se pusieron al frente por primera ocasión en el juego.

Brady, ya al mando de su ofensiva, sufrió el acoso de los “blitz” del rival. El quarterback desesperó y Bobby Wagner lo leyó en sus ojos. El apoyador sabía a dónde iba dirigido el pase de Brady y le arrancó de las manos el ovoide a Gronko para propinarle la segunda intercepción al mariscal.

Russell Wilson tenía nuevamente en sus manos la oportunidad de prolongar la ventaja. No la desaprovechó.

Sólo tres jugadas en un minuto 37 segundos bastaron para encontrar a Baldwin que se encontraba solo en la zona de touchdown para poner el 14-24 y acercar un poco más a su equipo al ansiado bicampeonato, esa proeza que irónicamente, su rival en turno era el único en haberla conseguido.

Brady apostó a la épica, pues hacía ya 10 años que no saboreaba una victoria en un Súper Tazón. Con dos bombazos al siempre seguro Edelman, Patriotas estaba en la antesala de anotar.

Esta vez la puntería del quarterback de los Patriotas no falló, encontró a un Amendola que gritaba con desesperación dentro del área del gol para que su mariscal lo viera, Brady lanzó y en ex receptor de los Carneros atrapó de manera sólida el ovoide para acercar a su equipo a sólo tres unidades de los Halcones Marinos.

El líder ofensivo de Nueva Inglaterra necesitó 10 jugadas para consumar la voltereta, al encontrar a Edelman, su aliado favorito de la noche en las diagonales y devolverle la ventaja al equipo de Bellichick con sólo dos minutos por jugarse.

Cuando parecía que la Diosa Fortuna le sonreía nuevamente a Seattle, luego de un pase largo que malabareó y atrapó ya en el suelo Kearse, una intercepción a Wilson en la zona de gol por parte de Butler, sentenció el juego.

Ante la incredulidad e impotencia de los Halcones Marinos, el juego vivió sus últimos segundos en medio de la trifulca, con peleas a puño limpio y ensuciando el que fue un partido que quedará para la posteridad, en un duelo entre dos colosos que se entregaron en cuerpo y alma.

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Sobre el autor
Martín Avilés
Colaborador en VAVEL México.