Es un relato raro el que les voy a contar, pero lean con atención porque mi nombre hizo historia. Algunos dicen que es porque acompaño al mejor, a quien no conozco ya que me da la espalda. Por lo que vi juega al fútbol y cuando habla es muy polémico. Pero lo cierto es que le tengo un amor incondicional, porque nunca me cambió por nadie.  

Todo empezó cuando me estamparon en una tela color azul y amarilla. A partir de ahí fui imitado muchas veces, y cuando ese día la voz del estadio pronunció mi nombre el público se enardeció. ¿Qué es lo que pasaba? Yo no entendía nada, por eso esperé a que comience la función.

Llegamos a la cancha y cuando empezó el partido mi compañero entró en acción. Después de eso fui un espectador de lujo, me dediqué a ver ese literal baile, siempre desde atrás. En un momento la hinchada gritó ¡Gol! Y todos corrieron a abrazarme, no sabía de qué se trataba pero sí que significaba alegría y fervor en todo el público Xeneize.

Y así fue pasando mi vida junto a él, cuidando su espalda, viendo caer rivales, como ese tal Yépes, al que un día no paró de correr frente a mí. Muchos dicen que no puedo quejarme, y tienen razón. Porque aunque sé que nunca toqué una pelota, soy el encargado de su posición, el responsable de la sonrisa de tanta gente. Soy el número 10 de Juan Román Riquelme.