La fase de grupos se mostró generosa en cuanto a fútbol y sobre todo en cuanto a goles. Hubo goleadas, resultados inesperados y atractivos encuentros en cada uno de los grupos. Llamaron la atención las muestras emotivas de algunos jugadores al sentirse parte de un evento tan magnífico como la Copa del Mundo. Primero fue Thiago Silva quien después de entonar el himno de su país a viva voz, se emocionó hasta las lágrimas en el encuentro inaugural. Después Serey Die, de Costa de Marfil, se mostró inconsolable en la previa del partido ante Colombia, a tal punto, que circularon rumores en Internet sobre la muerte de su padre unas horas antes. John Brooks, un joven defensor estadounidense, definió el juego contra Ghana en los últimos minutos y la emoción lo abordó de tal manera que no pudo contener las lágrimas y debió tomarse un tiempo para reincorporarse al encuentro.

El anfitrión Brasil comenzó dubitativo su andar por el Grupo A. En el partido inaugural frente a la aguerrida Croacia, debió valerse del polémico arbitraje impartido por el japonés “de cuyo nombre no quiero acordarme”, como diría aquel ilustre escritor, que despertó la suspicacia y avivó la llama de la duda en torno al interés de la FIFA por favorecer a los locales. En ninguno de sus encuentros disputados dejó Brasil la sensación de buen juego esperada por su público. Es más, por algunos momentos jugaron a aguantar el resultado, regalando y deshaciéndose de la pelota como nunca antes lo habían hecho. Mostró en los defensores David Luiz y Thiago Silva a sus dos mejores exponentes.

David Luiz celebra su soberbio gol ante Colombia.

El descontento inicial de los brasileños con el fútbol practicado por su selección fue aumentando a medida que avanzaba el torneo y la verde-amarela sufría frente a todos sus rivales. Alguien tenía que pagar los platos rotos y la gente se ensañó con Fred, delantero centro de Fluminense. Siempre que el ex-Lyon tomaba la pelota bajaban los abucheos desde la grada. Con los resultados desastrosos sufridos por Brasil, los hinchas perdieron toda la mesura: aquel cántico de “¡Fred, Fred, vai tomar no cú!” se escuchó nítidamente en el encuentro contra Alemania. Aquella tarde en Bello Horizonte, todo Brasil “tomou no cú”.

Neymar pareció asumir el rol protagónico que los brasileños le exigían, y con sus goles y actuaciones en la fase de grupos cargó con el peso de esa responsabilidad en su espalda que, por cierto, no resistiría mucho tiempo. Se mostró tal cual es: habilidoso, con gran personalidad, algo individualista y ‘pillo’ con los árbitros, a veces abusando de sus dotes artísticos. En los momentos claves, no apareció. Erró oportunidades frente a Chile en octavos y debió abandonar la cancha por una delicada lesión contra Colombia en cuartos, lo que derivó en su retirada prematura del Mundial.

Y es que hablando de Colombia, los cafeteros fueron gratos protagonistas del torneo. Mostraron un fútbol alegre y eficiente que contagió al público con sus coreografías y la peculiaridad de sus figuras. Cuadrado, Armero y James Rodríguez hicieron que Brasil cambiara la samba por la salsa, y lograron que los colombianos se olvidaran, por unos días, de la ausencia de Falcao. Por si fuera poco, Farid Mondragón, experimentado arquero de 43 años, rompió el récord que ostentaba el camerunés Roger Milla como el jugador más veterano en jugar una Copa del Mundo. James fue el máximo goleador del torneo con seis anotaciones, Cuadrado el ganador de las asistencias con cuatro pases de gol y el equipo completo recibió el galardón de fair play por acumular la menor cantidad de tarjetas. James Rodríguez brilló en la ausencia del Tigre. El joven volante anotó, asistió e hizo jugar a sus compañeros. Marcó el mejor gol de la Copa del Mundo en el choque de octavos frente a Uruguay con un excelso remate de pierna zurda que ocupará la memoria de los fanáticos por varios años.

Pero Farid Mondragón no fue el único arquero que dio de qué hablar. Guillermo ‘Memo’ Ochoa se destacó desde sus inicios con las Águilas del América en México. Sin embargo, en los últimos años estuvo resignado a un papel secundario tanto en la selección como en sus clubes, e incluso descendió con el Ajaccio de Córcega a la segunda división francesa. Miguel ‘el Piojo’ Herrera acabó con el debate sobre quién debía ser el custodio del arco tricolor en Brasil y le dio su confianza…Memo respondió y se mostró prácticamente imbatible. No pudo contener (nadie lo habría hecho) el misil de Sneijder en los últimos minutos del partido frente a Holanda en octavos, y después debió sufrir junto a todo el pueblo mexicano, la actuación estelar de Robben que se premió, no con un Óscar, sino con un penal y que dejó eliminada a la selección centroamericana.

El también centroamericano Keylor Navas, portero de Costa Rica y el Levante español, cumplió una participación tan destacada, que hoy es objetivo de los mejores equipos del mundo para la próxima temporada. Los ticos como conjunto fueron otra de las revelaciones del torneo. Se colaron en segunda ronda como líderes del grupo de la muerte, y relegaron a las campeonas Inglaterra e Italia a la eliminación temprana. Doblegaron a Grecia por la vía de los penales en octavos, pero luego Holanda los eliminó de la misma forma dejando otra postal de un arquero para el recuerdo: el suplente de Cilessen, Tim Krul, lo remplazó en los últimos minutos del tiempo complementario. La estrategia, según se supo después, fue premeditada y era solo conocida por Van Gaal y el propio Krul. Sorpresiva, pero efectiva. El guardameta del Newcastle exhibió su preparación para la ocasión y, después de amedrentar a cada uno de los lanzadores, adivinó la trayectoria de todos los tiros; atajó dos y Holanda alcanzó la semifinal.

Pero si Holanda alcanzó esta instancia fue en gran medida por el nivel de Arjen Robben. Infravalorado por momentos, criticado por sus arrebatos de individualidad y su falta de carisma, el zurdo mostró su mejor versión en, quizás, el ocaso de su carrera. Sergio Ramos todavía corre tratando de igualar los 37 km/h que registró Robben en la vapuleada de su selección al vigente campeón (1-5), lo que fue registrado como un récord de velocidad para la FIFA. Fue resolutivo y efectivo en los contragolpes, rápido con los regates e intratable en el uno contra uno, pero pecó en el exceso de simulaciones y clavados al igual que Neymar.

Luis Suárez protagonizó uno de los episodios más bochornosos de la copa. El uruguayo como delantero es una fiera, pero a veces esa fiereza traspasa los límites de la decencia. Sin razón aparente propinó a Chiellini, defensor italiano, un mordisco propio de un animal salvaje. Tan grotesco como este acto puede parecer, fueron las declaraciones de sus compañeros, quienes trataron de encubrirlo y restarle importancia al asunto. En pleno siglo XXI nada queda oculto al lente de las cámaras, y negar los hechos resulta absurdo. Al margen de toda la especulación la FIFA sancionó tajantemente a Suárez, flamante incorporación del Barcelona, y le impidió disputar el resto de la Copa y cualquier torneo oficial en los próximos cuatro meses, además de la multa económica. Aunque sin duda el de Suárez fue el más rimbombante, hubo otro incidente que llamó la atención. Benoit Assou-Ekotto y Benjamin Moukandjo, compañeros de la selección de Camerún, se encararon al final del encuentro contra Croacia que terminaron perdiendo por 4-1. Solo la intervención de Nicolas N’Koulou evitó que se fueran a los golpes.

Messi y Cristiano Ronaldo llegaban a Brasil como los dos mejores jugadores del mundo. Los ojos de todos y los lentes de las cámaras estuvieron siempre sobre ellos. Sin embargo, los estelares futbolistas acusaron el desgaste de una temporada altamente exigente y no exhibieron su mejor versión. Messi, con poco, se destacó con Argentina hasta cuartos de final, en donde sufrió el juego de su equipo y demostró su condición física inestable. Cristiano, por su parte, no influyó en el juego de Portugal y se mostró impotente dentro de las canchas. En su ausencia los flashes apuntaron entonces hacia James, Robben, Müller, Klose, Navas y Mascherano, quien fue el verdadero caudillo de Argentina.

Futbolísticamente hablando, lo mejor de Brasil fue paradójicamente Alemania. Es irónico porque históricamente los alemanes fueron potentes y luchadores, abanderaron un juego vertical y directo que era aplastante y eficiente. Pero desde que Klinsmann instaló su legado antes del Mundial de 2006, el fútbol alemán aceptó el reto de evolucionar hacia un juego de pases más elaborado, más “brasileño” si se quiere. Los Özil, Götze y Lahm (por nombrar solo algunos) tienen lugar y son protagonistas más allá de sus cualidades físicas porque piensan con el balón. Además han recibido con los brazos abiertos la inclusión de jugadores multirraciales que enriquecen su variedad: los polacos de antes, los turcos, los tunecinos y los demás africanos se calzan con orgullo la camiseta blanca. Ahora se prioriza la precisión, la paciencia y la construcción de jugadas. La llegada de Guardiola al Bayern Múnich representa más que un hit en los titulares de prensa: representa la apertura al juego de posición y posesión. Eso sí, aún no pierden su potencia y efectividad, lo que los convierte en una máquina de fútbol. Brasil, que ha visto nacer a los mejores futbolistas de todo el planeta, contempló anonadada cómo Alemania aplastó a Portugal y a su propia selección, y más allá de sufrir con Ghana y Estados Unidos, avanzó sin titubeos hasta alzar el título.

En la final enfrentaron por tercera vez a Argentina: ¿el saldo hasta entonces? 1-1. En el 86, Argentina; en el 90, Alemania. La albiceleste fue de menos a más en el torneo y con la garra de sus futbolistas fue una seria amenaza luego de sortear la pérdida de Agüero y Di María, dos de sus principales armas. En el recuerdo quedará la imprudente salida de Neuer contra Higuaín reclamada como penal y el gol anulado que el mismo Pipita cantó a rabiar. La definición excelsa de Götze a siete minutos de terminar el segundo tiempo suplementario sentenciaría todo. También se recordará el canto argentino que se hizo viral durante todo el torneo hacia los anfitriones de la Copa: “Brasil, decime qué se siente / Tener en casa a tu papá / Te juro que aunque pasen los años / Nunca nos vamos a olvidar / Que Diego te gambeteó, que Cani te vacunó, están llorando desde Italia hasta hoy / A Messi lo van a ver, la copa nos va a traer, Maradona es más grande que Pelé”.

Alemania ganó en Brasil la Copa del Mundo -convirtiéndose en el primer europeo que conquista América- jugando mejor fútbol que los pentacampeones y que el resto. Pero quizá el registro más llamativo fue el del ariete Miroslav Klose. El delantero superó la marca que Ronaldo Nazario de Lima había impuesto en 2006, precisamente en Alemania, y se erigió como el máximo goleador en la historia de los Mundiales marcando su gol número 16 ante los brasileños en ese histórico 1-7. Un día que todo brasileño querrá olvidar.

Más allá de todos estos acontecimientos un Mundial deja incontables recuerdos en cada uno de los aficionados. Deja goles casi imposibles de olvidar (James a Uruguay y a Japón, Cahill a Holanda, Van Persie a España, David Luiz a Colombia, entre otros). En cada país lo viven de un modo diferente y cada quien recordará cosas que otros no. Lo que es innegable y totalmente común es la pasión que despierta en jugadores e hinchas. La cita máxima del fútbol nos deja vacíos a todos una vez que termina, deseando expectantes que estos cuatro próximos años pasen tan rápido como el último mes.

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