Labruna, ángel para River, bestia negra para Boca

Muchos - muchísimos - futbolistas grabaron su nombre en la historia de los River-Boca al marcar algún que otro gol a lo largo de los casi 350 partidos - entre oficiales y amistosos - en los que se cruzaron los de la banda sangre y los de la azul y oro. Pero hay que uno se destaca por sobre el resto. Uno que se jacta de ser el máximo goleador histórico de los superclásicos. Uno que ostenta la increíble marca de 16 tantos oficiales anotados al rival de toda la vida en 35 partidos jugados. Uno al que todavía nadie pudo superar. Ese uno es Ángel Labruna.

A lo largo de más de 20 años de carrera con la banda roja cruzando su pecho, el legendario goleador riverplatense - y del fútbol argentino junto a Erico - acumuló 9 títulos naciones, 515 partidos oficiales y 293 goles anotados, de los cuales 16 se los hizo al Xeneize. 16 goles que pueden convertirse en 22 si se tienen en cuenta los que le marcó en partidos amistosos.

“¿Cómo no voy a querer a Boca, si me dio de comer toda la vida?”, chicaneó alguna vez el eterno Angelito, fiel a su costumbre. Y cómo no hacerlo, si a poco más de cuatro meses de su debut con la camiseta de River, ya había comenzado a amargar a los primos de La Boca: el 5 de noviembre de 1939, en cancha de San Lorenzo, se estrenaba como goleador en un derbi, decretando el 2-1 definitivo a favor del millonario.

En el camino, participó de la mayor goleada de River a Boca: abrió el marcador en el histórico 5 a 1 en Núñez, en tiempos de La Maquina. Su último grito frente a los de la Ribera fue en 1956 en su casa, el Monumental, nuevamente para llevarse la victoria por 2 a 1.

Pero además de verdugo, Angelito era cábala. ¿Por qué? Porque cada vez que le hizo un gol a los de azul y amarillo, el millonario no perdió: ganó 12 y empató 1.

Jugador, goleador, técnico, ídolo e hincha de River. Pese a los años, pese a la sombra de Oscar Más (12), Paulo Valentim (10) o Martín Palermo (9), Ángel Labruna sigue en la cima de la tabla de goleadores de la historia de los superclásicos y hoy, a las puertas de un nuevo River-Boca parece más eterno e inalcanzable que nunca.