Desde que llegó a Boca que no paró de sorprender. Tímido ante los micrófonos, pero atrevido ante la pelota, el uruguayo llegó y lo primero que le pidió al Vasco fue vestir la 10. Un número que requiere que se demuestre jerarquía y conducción, con antecedentes de Maradona, Tévez o Riquelme, quizás el obstáculo más duro de superar con la azul y oro: continuar el legado que recientemente dejó Román, después de años de conseguir títulos y ser un emblema con el Xeneize, y con apellidos como los de Paredes, Acosta y hasta Castellani que también tuvieron la responsabilidad de lucir la 10, pero no estuvieron a la altura de respetarla.
Esta vez, parece que Boca encontró al sucesor. Habil con y sin pelota, virtud poco visible en los jugadores del fútbol argentino, Lodeiro siempre tiene un truco nuevo para desplegar. Siempre con sencillez y en búsqueda del jugador menos marcado (o que con un pase suyo en profundidad pueda desmarcarse), tiene un visión panorámica del juego envidiable, como si estuviese con la mirada desde arriba para ver dónde están posicionados sus compañeros y adónde dirigir la pelota, como con la mano, para, con intuiciones sobre el movimiento de los demás, pueda abrir el campo y facilitarle el trabajo a los suyos.
Cuando no la tiene en sus pies, también sabe qué está por hacer el que sí la tiene. Y va al vacío, donde nadie lo marca. Señala el lugar donde quiere que su compañero le dé el pase y corre a buscarlo, en una soledad absoluta que lo deja nuevamente posicionado para la construcción de la jugada.
Anoche, frente a Colón, le salieron todas. Como marco, el dato estadístico: 70 pases correctos, 1 incorrecto. Además de 7 balones recuperados y la incalculable cantidad de tiempo que se mantuvo a la órden de correr. Faltó el postre: gritar su primer gol en Boca, cosa que estuvo cerca; si no fuese porque Delfino anulara la jugada en la que parece que Nico le sacó de las manos la pelota al arquero de Colón, el uruguayo estaría festejando alrededor de sus compañeros su gol y, principalmente, la novena victoria consecutiva del año, que dejaba a Boca en el primer lugar de la tabla.
Frente a Colón: 70 pases correctos y 1 incorrecto.
Timidez, humildad, atrevimiento y coraje. Todo en un mismo jugador. Todas estas contraposiciones en un solo cuerpo, que igualmente se entiende cuando se conoce a Lodeiro. Con puro talento para manejar los hilos desde la mitad del campo, con un Gago que parece haber encontrado el socio perfecto para la construcción de su juego, obligó a Arruabarrena, muchas veces, a cambiar su inamovible esquema táctico: de 4-3-3 al 4-3-1-2.
Al finalizar el partido, la gente vota. Y como siempre, Lodeiro está en la terna, donde en ya varias oportunidades se quedó con el premio al jugador del encuentro, por más que los goleadores sean otros.
“En realidad la figura fue el equipo”, replica una y otra vez frente al micrófono y la cámara de televisión mientras le entregan el trofeo partido tras partido, para dar otra muestra de su humildad, que se contrapone con el atrevimiento de sus jugadas magníficas que despliega en el césped.
Lodeiro terminó como figura del encuentro, como tantas otras veces, sin que pudiera convertir. Recuperación, pase y simpleza. Búsqueda del hueco y lectura de la cabeza de sus compañeros. En eso se basa el charrúa, los tips que lo llevaron a uno de los lugares más difíciles de suplir con la camiseta azul y oro: ser el heredero de Román.