Hubo jugadores, un estadio repleto, terna arbitral, una pelota y noventa minutos de por medio. Pero de ninguna manera, el último River- Boca se asemejó a un partido de fútbol ¿Cómo analizar tácticamente un encuentro que se jugó desde lo emotivo? La vehemencia pudo más y la gente fue espectadora de una verdadera batalla en la que los roles parecieron invertidos respecto a lo que se veía hasta hace un par de años.

River pegó. No es que Boca no lo haya hecho pero, en el resumen del encuentro, claramente la tendencia estuvo del lado local. La efervescencia, habitual en partidos de este tipo, se potenció por la falta de autoridad de un Germán Delfino que no puso los límites necesarios correspondientes a la ocasión.

Yendo al juego concretamente, el Millonario supo plantarse en mitad de cancha y acortarle las alternativas a Boca. Gran trabajo de Ponzio al imposibilitar a Gago que, como pasa habitualmente, protestó más de lo que jugó. Las subidas de Sánchez y la solidez defensiva para que los de azul y oro lleguen pocas veces- la de Calleri y una de Colazo, comenzando el segundo tiempo, fueron las más claras- reflejaron otros aspectos positivos de el equipo de la banda.

Ofensivamente, River generó más que Boca. La diferencia, radicó en el hecho de que Gallardo contó con dos delanteros de oficio, peligrosos cerca del arco rival. Por otro lado, el Vasco pensó en utilizar a Calleri como un delantero combativo, el primer defensor se escuchó decir por ahí, fue el nueve de Boca. Y eso hizo el ex All Boys, peleó con los gigantes de la defensa y hasta incluso casi marca el primero, como señalamos anteriormente. Pavón tampoco ayudó mucho. Tirado en un costado, fue quedando en el olvido un poco más a cada minuto.

Pese a todo, al partido, al igual que el domingo anterior, le hubiese quedado mejor un cero redondo y directo. El uno a cero para River y la victoria por la mínima, dejó una serie más que abierta y no simplemente abierta, porque cuando de Boca- River se trata, todo puede pasar.