Se fue Jorge Almirón y llegó Mauricio Pellegrino. En la primera parte de este extraño campeonato de 30 equipos, Almirón nunca gozó de buen feeling con la hinchada del Rojo, a pesar de intentar un fútbol ofensivo y vertical.

Sin embargo, llegó Pellegrino y todo cambió: se recuperó el estilo de juego que patentó al club en toda su historia, se ganó el clásico contra el eterno rival con un fútbol brillante y se convirtió en uno de los mejores –por no decir el mejor- equipos del campeonato.

“Pellegrino no”, decía en una bandera en el primer partido del ex Estudiantes al frente del conjunto de Avellaneda. A Pellegrino se lo juzgó desde su arribo sin poder mostrarse, pero tomó esa bandera como una especie de “motivación” para poder demostrarles a gran parte de la hinchada roja que se equivocaba.

Tal es el punto de que Independiente era el serio candidato de llevarse la Copa Sudamericana. Pero los partidos mano a mano son series que pequeños detalles te dejan afuera, por lo que su equipo no logró llegar a las semifinales y terminó quedando eliminado con su homónimo de Colombia en cuartos de final.

A pesar de ello, Pellegrino produjo una revolución, porque se volvió a un fútbol que hacía rato no se veía en el Libertadores de América. Por poner un ejemplo, sólo con ver la goleada con River en la que el Rojo le dio un paseo antológico al nada más ni nada menos campeón de América.

Pero lo más importante desde su llegada, fue potenciar aún más a sus jugadores, ya que con Almirón nunca encontraron regularidad. El primer ejemplo y el más claro es el joven Martín Benítez, jugador que nunca se pudo asentar definitivamente en el once hasta la llegada del entrenador.

Ahora el objetivo será poder ingresar a la Copa Libertadores a través de la Liguilla, tiene jugadores y un técnico muy capaz para poder cumplirlo.

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