"El fútbol es popular porque la estupidez también lo es", opinaba el escritor argentino. Arraigado toda su vida a un nivel cultoral digno de la aristocracia, Jorge Luis Borges creció despreciando al fútbol. Pocas cosas distan tanto como Borges y este deporte. Antagonismo absoluto.

No son pocos los que afirman que el rechazo por este deporte que sentía Borges lo llevó a fallecer el 14 de junio de 1986, ocho días antes de que Diego Maradona tocase el cielo con las manos en el estadio Azteca de México, cuando marcó ante Inglaterra (país que el escritor amaba fehacientemente) el mejor tanto de la historia de los mundiales.

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"Es feo estéticamente. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos. Mucho más lindas que el fútbol son las riñas de gallos. Ocurren ahí nomás, al lado de uno, son ideales para miopes”, decía el grandioso, inefable e indescriptible escritor.

Pero, sin embargo... Sí. Siempre hay un pero: Enrique Amorim, quien compartía andanza con Borges, fue el testigo privilegiado de los instantes que el escritor estuvo presente en un estadio de fútbol. Presenció 45 minutos del espectáculo deportivo que más locura despierta en Argentina. Única vez que lo hizo en su vida, en sus extensos y exitosos ochenta y seis años de vida.

Borges fue empleado durante una década en la biblioteca Miguel Cané, ubicada en Boedo, barrio originario de San Lorenzo de Almagro. Se dice que de a ratos, interrumpía su trabajo para darse un paseo por los bares de la zona. Es ahí donde nace una historia grandiosa.

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En algunas de esas caminatas por el barrio en el cual trabajaba seis horas diarias, algún futbolero le preguntó por su condición de hincha. Seguramente con esa ironía cuasi soberbia que lo caracterizaba, Borges le comentó al curioso joven, que por su escasa visión "no podía ver cuadros". Consternado por la respuesta, el indagador le comentó que no estaba hablando de arte, sino de fútbol. La situación era perfecta: se encontraban en el barrio de Boedo, en el corazón del club Cuervo.

Entonces, el fantástico escritor, fue cuervo. Por obligación. O compromiso. O elección propia. Pero sin dudas, es un hecho inverosímil en la vida de nuestro escritor.