El regreso a Boca del mejor jugador de la todos los tiempos lógicamente no fue un evento más. Es un día que quedó marcado a fuego en la vida del Diego y del club que más amó. Y, si bien ya tenía todas las tapas de los diarios aseguradas, fue noticia por una de las anécdotas maradonianas más recordadas.

Su último partido con la camiseta azul y oro había sido en febrero de 1982, previo a partir con la Selección para preparar la Copa del Mundo a disputarse ese año en España. El entonces joven de 21 años no volvería de la Península Ibérica, ya que su próximo destino futbolístico sería el Barcelona. Durante sus años de ausencia del campo de juego de la Bombonera, el amor de la hinchada hacía él no disminuyó, si no que con sus logros en Nápoles y el Mundial de 1986 creció mucho más. Ni hablar del amistoso en 1992 en el que jugó un tiempo para el Sevilla y uno para Boca. La ilusión del pueblo boquense por volverlo a ver jugar para su club era incontenible.

Cuando este deseo se concretó hace hoy 21 años, el privilegiado rival fue Colón de Santa Fe. Previo al inicio hubo un gran show de bienvenida muy recordado, con humo, bengalas y la aparición de Dalma y Gianinna en una caja de regalo. Toda la parafernalia para un partido muy picante, que el local ganó 1-0 sobre el final con gol de Darío Scotto. Después del partido y por una acusación de Julio César Toresani hacia el 10, diciendo que lo había hecho echar, Maradona inmortalizó su dirección, invitandolo a "Segurola y Habana 4310 7mo piso, a ver si me dura 30 segundos".

Diego seguía siendo Diego. Con la porra oscura que tenía al partir o con la franja amarilla en su pelo al volver. El pibe de 21 que se fue y el campeón del mundo de 35 que llegó. Pelusa y D10S. La hinchada xeneize siempre lo va a llevar en su pecho, y el corazón del mejor jugador de todos los tiempos siempre va a ser azul y oro.