La tercera celebración oficial de Pablo Zeballos con la camiseta de Atlético Nacional parecía encaminar el trámite estable y sereno hacia un triunfo categórico en su primera salida en la Copa Libertadores; sin embargo, la magistral definición del paraguayo no fue suficiente para que el equipo se contagiara, mantuviera la actitud del comienzo y despegara, en tierras de su entonado ariete, el vuelo hacia una cómoda clasificación en el Grupo 7.

El conjunto dirigido por Juan Carlos Osorio llegó a la capital paraguaya con la firme convicción de doblegar al Club Libertad para dar el golpe de autoridad en un grupo donde, por mencionar algunas distinciones, se congregan el multicampeón continental (Estudiantes de La Plata), el subcampeón del fútbol ecuatoriano (Barcelona Sporting Club) y el ya mencionado bicampeón guaraní.

La intención se tradujo en el campo con apenas cuatro minutos de haber puesto en marcha el reloj. Jonathan Copete recibió de Yulián Mejía una exquisita ejecución en largo, que le permitió desbordar explosivamente a su marcador y ceder el balón a un autómata que el narrador posteriormente reconocería como Zeballos. Mintió con las piernas, dejó inmerso al central en la ingeniudad y estampó la obra de arte con su firma. Un gol antológico, que se perdería en el mar de incertidumbres de los siguientes minutos.

De a poco el onceno Verdolaga fue retrocediendo y su adversario se sintió en capacidad de arrebatarle el balón e inflingir daño en el pórtico defendido por Franco Armani. El Míster había dado con la riesgosa apuesta de jugar sin un hombre neto de marca, ubicando a Mejía y Bocanegra como mediocentros en tanto la propuesta ofensiva precisara de un filtro para controlar el ritmo, la fluidez de la salida; sin embargo, Libertad se tomó confianza y el acierto se convirtió rápidamente en un inconveniente.

En menos de diez minutos, dos acciones con juego aéreo de por medio dejaron, a merced de Libertad, el antídoto justo para la imprecisión que lo aquejaba. El dolor de cabeza del estratega risaraldense se manifestó primero con Jorge González, quien aprovechó un rebote en el área chica para inflar la red, y luego, tras la inocente mano en el área de Copete, Rodrigo López se contagió del virus goleador y desató la euforia gumarela en el Nicolás Leoz.

La segunda mitad encontraría al 'Verde de la Montaña' en un escenario común para sus presentaciones en los últimos meses: la falta de ideas. Si bien Nacional tenía en orden la documentación necesaria para quedarse con la pelota, la falta de cordinación del tándem Bocanegra-Mejía y su posicionamiento apartado de las zonas de disparo y/o pase filtrado hacían que el juego del club antioqueño fuera, cuando menos, predecible, lo cual facilitó en demasía el oficio defensivo de su contrincante.

No sería hasta la hora de juego que el cuadro nacionalista encontraría la paridad, en una acción donde Copete anticipó a su defensa, puso el cuerpo y cayó en las 16 con 50 para transformar las menciones negativas -eufemismo para insultos- en voces de aliento. Luis Carlos Ruiz clavó su disparo en el palo izquierdo del arquero charrúa y sentenció el resultado de una igualdad que, fácilmente, pudo haber tenido un titular distinto en esta nota.