Milagro en Guayaquil

Arranca el partido. Van 40 segundos y Yulián Mejía recibe un pase para salir jugando por la banda izquierda, pero la presión de Alejandro Frezzotti hace que pierda la posesión. El balón llega a las piernas de Brahian Alemán, que controla y se perfila para su zurda antes de sacar el potente disparo que supera la estirada de Franco Armani y se incrusta en la red. Todo ocurre en diez segundos y Nacional, de entrada, sin haber estado siquiera un minuto en cancha, parecía recibir su sentencia de muerte en Guayaquil.

El Verde de la Montaña visitaba a Barcelona con la necesidad de arrebatarle al equipo ecuatoriano un elixir de 3 puntos para seguir con vida en un grupo donde Estudiantes de La Plata y Libertad habían ya despuntado y sacado una pequeña diferencia en la carrera por la clasificación. Sin embargo, el comienzo del encuentro desacomodó el planteamiento de la escuadra visitante, que debió remar contra la corriente durante los 90 minutos del encuentro.

La reacción del club antioqueño fue tan tardía como poco efectiva, pues la primera chance clara de gol llegaría apenas tras la primera media hora de juego, en una jugada donde Mejía no encuentra lugar para filtrar la pelota y un prometedor contragolpe termina en un derechazo de Pablo Zeballos desde fuera del área, el cual fue despejado por el guardameta ecuatoriano. Sin embargo, el trámite en la primera parte perteneció al conjunto local, que contó por lo menos con dos opciones más para engrosar el resultado.

Para la segunda mitad, el verdolaga saltó al terreno del estadio Monumental con la urgencia manifiesta y la propuesta agresiva de quien se ve contra las cuerdas, pero se resiste a su realidad. Andrés Manga Escobar lideraba las incursiones ofensivas con sus ambiciosos desbordes y Pablo Zeballos se alejaba de los centrales para evitar una referenciación personal de sus movimientos. Barcelona controló la posesión y las intenciones contrarias al punto que la acción más importante antes de acceder a la hora de partido resultaría siendo invalidada por un supuesto fuera de juego de Ismael Blanco.

Juan Carlos Osorio, estratega del onceno paisa, echó mano de sus variantes y, una vez más, como el fin de semana pasado en Manizales, sus hombres le respondieron. Alejandro Guerra y Luis Carlos Ruiz fueron los llamados a impulsar la rebeldía nacionalista, que al minuto 65 se vio recompensada con el empate tras una gran combinación entre los recién ingresados y que terminó con la maniobra, goleadora y por demás atlética, del Lobito, el venezolano ilustre.

A pesar de ser conscientes de que la igualdad no servía en exceso, pues su homólogo paraguayo, rival directo en el grupo, ya había triunfado en tierras ecuatorianas, Nacional volvió a replegarse y su entrenador ingresó a Jairo Palomino para compactar el mediocampo y equilibrar el manejo entre defensa y ataque. Finalmente, las plegarias fueron escuchadas y, en el último instante del tiempo añadido, Ruiz anticipó el movimiento del zaguero y conectó, por obra y gracia del Espíritu Santo, un centro de Jonathan Copete, para regresar así a Medellín con la buena nueva de una milagrosa victoria.

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