Es difícil recordar la última vez que la hinchada de Nacional salió tan enojada del Coloso de la 74. Es entendible, toda vez que la suerte del grupo 1 parece estar echada. Botafogo y Barcelona ocupan los puestos de privilegio con 6 puntos, solo separados por los goles anotados. Nacional y Estudiantes, los llamados a dominar, sin puntos y sin fútbol.

La explicación de esta derrota puede ser fácil o compleja, según como se mire. La explicación más compleja es la que intentan hilvanar los hinchas. Unos le echan la culpa al estado mental del plantel debido a los reconocimientos que reciben (el mejor equipo del mundo, el séptimo mejor entrenador...). Según ellos, el reto de retener la copa se les sale de las manos gracias a su desidia y menosprecio al rival. Es un argumento difícil de comprobar y queda a juicio del lector.

Otros le achacan el pobre andar verdolaga en la Copa a factores externos, a saber: desde la tragedia de Chapecoense nada es igual, el Mundial de Clubes mató al equipo en lo anímico, por ser el campeón todos se esfuerzan el doble para ganar, los rivales de la Libertadores pasada eran más fáciles. Como verán, es difícil explicar esta derrota con argumentos huecos, producto de la calentura del momento. Parten de premisas falsas que son fácilmente desmontables.

Lo que exige este espacio y esta situación es quitarnos la camiseta y ser lo más sensatos que se pueda. Desligarse de la decepción producida por el marcador final es difícil, claro, pero permite ver las razones de la derrota con mayor claridad.

Otra vez sopa...

La derrota de Nacional ante Botafogo no tiene casi ninguna diferencia con las derrotas ante Chapecoense y Barcelona. Botafogo entendió que no le convenía intercambiar golpes con un equipo como Nacional, por lo cual procuró ajustar las líneas y cerrarse bien en el fondo. Sumado a esto, y a diferencia de Nacional, el visitante cuenta con un ataque altamente efectivo. Esta es la diferencia entre un punto sufrido y tres puntos bien trabajados.

Bastó la presión alta para forzar el error de jugadores que no están en su mejor nivel. Bastó algo de laboriosidad en el fondo para desconectar al cerebro del equipo. Nacional tuvo chances suficientes para ganar en el primer tiempo, con el partido igualado a cero. Sin presión para remontar en el momento, el local encontraba los espacios pero desperdició cada oportunidad que tuvo. Bastó un gol de contragolpe en los minutos finales de la primera parte para que Nacional cayera a la lona. Y aunque parezca, el gol del minuto 93 no fue una repetición del primero.

La moraleja

El fútbol se parece a la vida en que las lecciones se aprenden de la forma más cruda: acumular jugadores de ataque no significa atacar mejor. Nada se logró teniendo 21 jugadores apiñados en 15 metros de grama. Nada se encontró con los balonazos a la nada y los centros intrascendentes. La imagen más repetida del partido fue un zaguero de pelo rubio que rechazaba, con desesperante facilidad, cada acercamiento del cuadro verde. Botafogo dio el golpe en Medellín con nada más que una salida rápida desde atrás y un buen definidor.

¿Fue la Libertadores del 2016 una golondrina que no hizo verano? Queremos creer que no. Se puede recomponer la marcha, aún cuando no se cuenta con un Mejía que imponga orden, un Guerra que desordene la zaga contraria, un Berrío que aporte fortaleza física y mental o un Borja despiadado en el arco del frente. Sin tener los mismos elementos del año pasado, es difícil mantener el mismo guión del año pasado. Se trata de un guión que los rivales ya se saben de memoria. Urge un revulsivo, so pena de tener que ver el resto de la Libertadores por televisión. Urgen la solidez, urgen los goles, urge recuperar afuera lo que se perdió de local.