Moscú, Spartak Stadium. Las esculturas de ídolos y fundadores del club Spartak miran en silencio el estadio que soñaron hace años y que con el mundial de Rusia logró materializarse, el martes serán espectadores de lujo del sueño colombiano de hace 20 años buscando erigirse en la actualidad como realidad, y que quizás sea tan posible como nos lo creamos.

En los años 90, Colombia vivió los años más gloriosos de su fútbol a nivel de selecciones, la primera generación dorada clasificó de forma consecutiva a Italia 1990, Estados Unidos 1994 y Francia 1998. Todos sabemos que en la cita italiana se clasificó a la segunda ronda, que en USA nos eliminó la falta de tolerancia al favoritismo y que en Francia nos eliminó la indisciplina y el fin natural de una era.

Lo que sabemos pero pasamos por alto es que en esos tres mundiales a Colombia lo eliminó la mentalidad: La generación del Pibe Valderrama, Faustino Asprilla, René Higuita y Freddy Rincón derrochó técnica a donde fue, fútbol vistoso y personalidad, sin embargo era una selección poco curtida en cuanto al profesionalismo en materia de comportamiento, preparación y organización; fue una selección que no se la creyó del todo, que no supo manejar la fama y el favoritismo, y no triunfó ni se crió futbolísticamente en el extranjero.

Esa Colombia llegó a las citas orbitales entre los excesos de confianza, la indisciplina y el creer que con sólo clasificar bastaba. En esos gloriosos 90 vimos lo mejor y lo peor de nuestro país reflejado en la selección nacional: Gozamos la gloria de un empate frente al posterior campeón mundial, un 5 a 0 que llenó de buenos aires la camiseta pero que relajó las piernas hasta el punto de ver una concentración repleta de empresarios, mujeres y fiestas y un autogol que dolió más que todos los goles encajados juntos. 

Nuestros ídolos, pasaban de la gloria a la tristeza en minutos, el exceso de talento también se hizo personal, los escándalos, la diferencia en el rendimientos de algunos jugadores entre club y selección fue nítida en ocasiones y un líder como el Pibe se quedó solo en momentos claves de los mundiales jugados por esa generación.

Esa fue la selección que Inglaterra enfrentó en el Stade Félix Bollaert de Lens en 1998, justo aquella Colombia con la que finalizaba un buen ciclo, que pecó en varios aspectos como pecamos todos en esos 90, que se privó de un Tino Asprilla y un Freddy Rincón por diferentes factores; la Inglaterra de Alan Shearer, David Seaman y los jovenes David Beckham y Michael Owen le ganó en un dos a cero que se quedó corto a un combinado patrio que era más conciente de sus falencias que de su potencial, tanto así que desde ese triste 26 de junio nos despediríamos de la copa del mundo durante 16 amargos años.

Hoy, a un día y a escasas horas de la revancha frente a los ingleses, hay otra Colombia, ídolos nuevos que en los 90 aprendieron lo bueno y lo malo de los ídolos de aquel entonces; Inglaterra enfrentará a una selección que se reinventó, que profesionalizó en mayor escala su liga con respecto a 1998, una Tricolor con cada vez mejores procesos en divisiones menores, que se abrió al mundo y hoy tiene embajadores que se codean cada fin de semana en muchos países, incluido Inglaterra,  con los mejores jugadores del mundo.

Veinte años después, un James Rodríguez, un Juan Cuadrado o un Quintero, quizás sin el cerebro del Pibe, la polivalencia de Rincón o la potencia de el Tren Valencia, miran la copa de frente llevando el "se puede" a la práctica por medio de la actitud. Un Radamel Falcao sin la velocidad de Asprilla, es un líder arropado por su equipo y tiene la fe necesaria para lograr lo impensado, en el anonimato de las lesiones se perdía en su familia y la recuperación para regresar siendo el ejemplo fehaciente de esa frase que en Colombia siempre habíamos visto como un decir, como una "patada de ahogado".

Este martes 3 de julio, los monumentos del Spartak Stadium mirarán a miles de colombianos cantar un himno que consideran el segundo mejor del mundial y que habla de fe, el que en Francia solo cantaron algunos cientos. Al frente Inglaterra y su hábil equipo tendrán que sortear a una escuadra con una experiencia mundialista más ganadora y más clara, que no se conforma con llegar, que no va de vacaciones; tendrá que vérselas con profesionales madurados en Europa como Ospina, Mojica y Arias, con un Mina en apogeo que no disminuye su nivel ante la suplencia en el Barça, y con un Dávinson que les conoce muy bien y semana tras semana les planta un cerrojo jugando para el Tottenham.

Entre Lens y Moscú hay muchos años y contextos, reinvenciones, un cambio cultural en el fútbol donde ya los chicos no piden autógrafos, sino que buscan la admiración plantando cara. Ahora en Moscú hay una selección que ya se ha ganado un respeto mundial, reconocida por sus estelares piezas claves y que viene de hacer un Mundial muy bueno en Brasil 2014, este será el momento preciso para escribir la historia. Decir "se puede" ya no será un eufemismo para un ruego desesperado sino una realidad, porque entre Lens y Moscú de verdad se puede. ¡Vamos Colombia!

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Sobre el autor
Camilo López
Comunicador Gráfico Publicitario apasionado por el fútbol, la escritura y la publicidad.