"En la recta, mi cuerpo no respondió. Me estoy haciendo viejo", admite Usain Bolt y parece intentar explicarse una derrota olímpica inesperada, impactante, histórica cuando en realidad solo justifica su marca, 19,78 segundos sobre el suelo mojado, solo una centésima más rápido que en las semifinales, un tiempo al alcance de unos pocos elegidos en el atletismo, una decepción cuando se trata del más grande. Pasó de nuevo el rodillo el jamaicano por la curva del Engenhao en la final de los 200 metros lisos, entró en meta cuando por la plata luchaban todavía el canadiense Andre De Grasse, una de las grandes sensaciones de la velocidad en los últimos años (20,02s) y el francés Christophe Lemaitre (20,12s), recuperado a tiempo de hacer creer que es posible a los blancos, y aún así pareció excusarse.

Más allá del cronómetro, Bolt completó su triple-doble, tres victorias seguidas en los 100 y los 200 metros lisos, a la espera de vencer el viernes la resistencia estadounidense en el relevo 4x100m para sellar el triple-triple, los nueve oros que Carl Lewis consiguió en tres ediciones olímpicas y cuatro pruebas y él resolvería en tres Juegos y saber qué es un foso de longitud.

Más allá de los números y las medallas está el recuerdo, y el rayo ha llegado a Río para que asegurarse de que su profunda huella marcada en Pekín no se difumina. "Estoy intentando ser uno de los más grandes, estar entre Alí y Pelé", confiesa Bolt después de su octavo metal dorado, olvidando a Michael Phelps, el hombre con el que ha compartido el cartel principal olímpico desde 2008. Y por si el relevo le estropea su imbatibilidad se previene: "No necesito demostrar nada más. ¿Qué más puedo hacer para demostrar al mundo que soy el más grande? He hecho el deporte emocionante. He conseguido que la gente quiera ver el deporte, lo he puesto en otro nivel".

Suena Bolt a despedida. Quiere retirarse en el Mundial de Londres el próximo año si no cambia de opinión. Y allí, anuncia, ni siquiera correrá los 200m. En su última prueba de la curva Bolt regaló al público de Río lo que de él esperan. Bailó samba antes de ponerse en los tacos, voló en la curva, alcanzó al francés Lemaitre a la entrada de la recta, y aunque su victoria era indiscutible desde entonces, no apareció el Bolt espectacular en los últimos metros.

En cuatro años no ha bajado de 19,55s, a casi cuatro décimas de su récord de 2009 (19,19s) que, ha dicho hasta hace poco, todavía piensa pulverizar. Quizá tras la carrera, la renuncia a la prueba en el futuro de los grandes campeonatos y el "me estoy haciendo viejo", asumió la imposibilidad de su misión y firmó el armisticio contra el cronómetro. Con todos esos condicionantes, su colmillo vencedor sigue lleno de sangre. Nadie le complicó su victoria en los 200 metros.

Eaton, a la altura de los grandes

La noche en el estadio, de nuevo lejos del lleno pese a Bolt, reunió a más grandes. Ashton Eaton ya lo es tras vencer el segundo oro olímpico consecutivo en el decatlón, la prueba que determina el atleta más completo. No pudo con su récord mundial de Pekín 2015, pero sí igualó el olímpico (8.893 puntos). Brilló en longitud y vallas y ya está a la altura de las leyendas de la prueba, el estadounidense Bob Mathias y el británico Daley Thompson, a quien, dijo, quiere conocer, estrecharle la mano y consultarle si es posible ganar también en Tokio.

De momento, él no se ve allí. Quizá eso abra la puerta para sus rivales. En Río ninguno más grande que el francés Kevin Mayer (8.834) y el canadiense Damian Warner (8.666). El español Pau Tonnesen remontó y terminó 17º, mejor que en último Mundial, aunque sin rebasar la barrera de los 'ochomil' (7.982).

Eaton coronó otra noche para las barras y las estrellas. Ryan Crouser, de solo 23 años, irrumpió en el peso para ganar batiendo el récord olímpico que en 1988 estableció Ulf Timmermann, de la RDA. Mandó el artefacto a 22,52m en el quinto intento, lo que dejó sin respuesta a su compatriota Joe Kovacs (21,78m) y al neozelandés Thomas Walsh (21,36m),

En los 400m vallas, Dalilah Muhammad ganó la prueba femenina (53,13s), por delante de la danesa Sara Petersen (53,55s) y de la americana Ashley Spencer (53,72s). Por la tarde, el veterano Kerron Clement había ganado por fin su primer oro olímpico (47,73s) ante el keniata Boniface Tumuti (47,78s) y del turco de origen cubano Yasmani Copello (47,92s).

Más allá de Bolt, los estadounidenses solo dejaron vacante el oro en la jabalina femenina, una prueba tan abierta que se impuso por sorpresa la croata Sarah Kolak, de 21 años, que batió el récord nacional para batir a la sudafricana Sunette Viljoen (64,92m) y destronar a la doble campeona olímpica checa Barbara Spotakova (64,89m)

Bustos, a la final de los 1.500m

En la madrugada española se disputaron también las semifinales de los 1.500m, un reto difícil para el subcampeón de Europa en Ámsterdam David Bustos. Cuando faltaban 200 metros y corría por la cuerda intentando seguir al grupo en el estirón definitivo, tropezó de manera extraña y, sin caer al suelo, se metió por dentro de la cuerda hasta que consiguió recomponer su figura y volver a la calle uno, ya con el grupo lejos. Llegó andando a meta y tuvo suerte.

La Federación Española reclamó que lo que tiró a Bustos fue un empujón del ugandés Ronald Musagala, algo imperceptible en televisión, y la IAAF, siguiendo su política en Río, le recalificó para la final de la otrora prueba fetiche del atletismo español. Se convierte en el único medallista del Europeo de hace un mes junto a Ruth Beitia en entrar en una final olímpica. La cita de ambos, el sábado por la noche.

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Sobre el autor
Ismael Pérez
25 años. Periodista. He cubierto los JJOO de Londres y Sochi para Somosolimpicos.com y los grandes campeonatos de atletismo desde 2011, en Praga y Ámsterdam como enviado especial. @Ismael_Prz