Los Golden State Warriors deben de estar deseando que se acaben los partidos de temporada regular cuanto antes ya que no ganan para disgustos. Primero fue Stephen Curry, con una torcedura más en su tobillo maldito que lo ha dejado apartado de la dinámica estas dos últimas semanas (aunque se espera que pueda reaparecer el viernes). A esto le siguieron las bajas de Kevin Durant con dolencias en las costillas y la de Klay Thompson con el pulgar roto.

El último en caer ha sido Draymond Green, que cayó lesionado en los primeros minutos del segundo cuarto, en el duelo que les enfrentaba a los San Antonio Spurs, al recibir un rodillazo involuntario en la pelvis fruto de la inercia de Danny Green cuando este se disponía a realizar una penetración a canasta.

El interior de los Warriors hasta el momento de la lesión había jugado 11 minutos, con un 0/4 en tiros de campo y había capturado tres rebotes. El partido acabó llevándoselo San Antonio por 75 a 89, triunfo que les permite ascender hasta la quinta posición en una Conferencia tan dura y salvaje como lo es la Conferencia Oeste.

Tras el encuentro se le realizaron pruebas al jugador y en las radiografías se descarta cualquier lesión grave, así que su vuelta al equipo está pendiente de evolución. 

Esta jugada ha sido muy comentada ya que la patada (involuntaria) recibida por Draymond Green recuerda mucho a las que habitualmente suele repartir el propio jugador de los Warriors en algunos partidos, sobre todo en aquellos en los que el ambiente es muy caldeado. Todo el mundo recuerda aquella patada en las finales de la NBA en 2016, la cual le costó la flagrante de tipo I y la correspondiente suspensión de un partido, en este caso el quinto partido de las finales, el cual supuso el principio de remontada para unos Cavs que acabarían llevándose el anillo.