La tempestad volvió a hacer acto de presencia la anterior temporada en el Movistar Estudiantes. Ella se llevó a dos entrenadores: Diego Ocampo, sustituido antes de fin de año, y Sergio Valdeolmillos, incapaz de evitar el descenso del equipo con ese trágico final en San Sebastián.

La directiva, muy cuestionada durante todo el verano, opostó por lo seguro. Nada de experimentos. Ni en la pista, ni en el banquillo. La historia es que el Joventut, un equipo con características similares al 'Estu', llevaba cinco años con el mismo entrenador. Una regularidad que había permitido brillar a la cantera catalana, un aspecto tan maltratado en el club de Serrano durante los últimos años.

Willy Villar contactó con Salva Maldonado. El entrenador era un antiguo deseo suyo ya cuando trabajaba en los despachos del CAI Zaragoza. Allí le intentó fichar. En el Estudiantes lo consiguió: a Maldonado le apatecía un cambio de aires y liderar el nuevo proyecto de un club tan histórico como el madrileño.

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Maldonado es un entrenador de canteranos, como lo era Diego Ocampo. La diferencia está en la experiencia. Maldonado, nacido en Barcelona, logró su primer gran éxito con el TDK Manresa en 1996, cuando se proclamó campeón de Copa. A título personal, fue nombrado mejor entrenador del año. Después, el Caja San Fernando y el TAU Cerámica son sus equipos. Tras varios años en LEB, vuelve en 2005 a la máxima categoría para dirigir al Gran Canaria. Después, los banquillos del Fuenlabrada y el ya mencionado Joventut le han tenido como jefe. 

Ahora, el Estudiantes espera que el entrenador catalán, garantice la estabilidad tan deseada. Calmar las aguas, volver al cauce original. Pero, al fin y al cabo, solo los resultados despejaran-o no- el camino.