Los velódromos son relatadores de historias de ciclismo, pero de ciclismo antiguo, el de antaño, el que no estaba controlado por cuentakilómetros, ni potenciómentros ni pinganillos. El de verdad. El velódromo italiano de Vigorelli es, junto al de Roubaix, uno de los más míticos, uno de los más conocidos y uno de los que más historias puede contar a día de hoy. Estos recintos deportivos, caracterizados por ser los edificios que albergaban finales de las antiguas carreras ciclistas, han visto alegrías, decepciones y sobre todo, lágrimas, fuesen de alegría y victoria o, en este caso, de tristeza y derrota, como la que se desarrolló en el velódromo lombardo el 21 de octubre de 1956.

La 50ª edición del Giro de Lombardía contaba entre sus participantes a grandes ciclistas como Rik Van Steenbergen, flamante nuevo campeón del mundo unos días antes en Ballerup (Dinamarca) y que quería estrenarlo a lo grande. También Louison Bobet, gran figura francesa que buscaba en Lombardía ganar su segundo Monumento después de la París-Roubaix de ese año; Fiorenzo Magni, con la decisión ya tomada de retirarse al finalizar ese año y que buscaba en Lombardía una gran victoria para poner fin a una gran carrera como ciclista. Y Fausto Coppi, con una situación muy diferente a los tres anteriores, que quería ganar para salvar la temporada.

Sí, salvarla. Nunca se hubiese pensado que lo único que quería Fausto Coppi al llegar al Giro de Lombardía era salvar su temporada, con la de buenos años que había tenido desde su irrupción en el ciclismo allá por 1939. La de 1956 fue una malísima temporada para el piamontés, contabilizando solo una victoria parcial y una dura caída en el Giro de Italia, que le había hecho perderse gran parte de la temporada, algo que mostraba (ya con 36 años), que Fausto Coppi entraba en la decadencia de su carrera deportiva y que ya no era el ciclista de años atrás.

Fausto Coppi dinamita la carrera

Aunque la carrera empezase a un ritmo bastante alto gracias a los numerosos ataques de diferentes corredores, los líderes y grandes favoritos a ganar la carrera se mantuvieron a la espera, refugiados en el pelotón, ajenos a todo lo que pasaba por delante. Cuando el ritmo se volvió a tranquilizar, cerca de la mítica ascensión de Maddona del Ghisallo, la carrera se puso seria y se rompió completamente.

Albert Bouvet, en gran forma física después de un buen final de temporada, y Bruno Monti lanzaron un ataque conjunto para intentar escaparse en solitario. Aunque lograron diferencias, quedaron totalmente perplejos cuando un joven Diego Ronchini les pasó para coronar en cabeza y, posteriormente, para alegría del público, un Fausto Coppi que transmitía en su pedaleo que volvía a ser el de sus mejores años.

Durante el descenso, Coppi alcanzó a Ronchini y ambos, poco a poco y a relevos, fueron abriendo hueco respecto al grupo de Magni y Bobet, que pasaba de 40 segundos a más de un minuto, gracias a la organización de los dos de delante y el descontrol del grupo trasero, donde nadie quería gastar más de la cuenta. Ese parón en el grupo de Magni provocó que se unieran más nombres al grupo perseguidor, entre ellos el del francés André Darrigade.

La 'Dama Bianca' interviene

Muchas opciones tenía Fausto Coppi de ganar la carrera cuando entre ambos grupos la diferencia superaba el minuto. Hasta que dos hechos fundamentales pusieron la carrera en su contra: el primero fue la entrada del francés André Darrigade, hombre rápido y buen escalador, en el grupo de Magni. La entrada de Darrigade, compañero de equipo de Rochinni, provocó que este último dejase de colaborar con Coppi en cabeza de carrera. El segundo factor y el más relevante, la irrupción de la 'Dama Bianca'.

La 'Dama Bianca'. Así era conocida la amante de Fausto Coppi, y con la que había mantenido un romance extraconyugal a partir de 1953. A pesar de haber entrado en la cárcel por las denuncias de su anterior marido, el doctor Locatelli, se casó con Fausto en México y tuvo un hijo con él, Faustino. A partir de su romance, Giulia Ochinni pasó a ser conocida en Italia por ese famoso sobrenombre.

¿Y qué tuvo que ver Giulia con el transcurso de la carrera? Al aumentar la diferencia en más de un minuto entre ambos grupos, la organización de la carrera decidió dejar pasar al coche de equipo de Coppi y Ronchini. El de este último pasó rápidamente al lado de los Bobet y compañía, pero el del italiano no lo hizo. Giulia, que se encontraba dentro, se dirigió a Magni, que estaba protagonizando un relevo en aquel momento, y le gritó: "Fausto Coppi è il più grande (Fausto es el más grande)", seguido de un insulto hacia el corredor toscano.

A partir de ahí la carrera cambió. Magni pasó a tirar con todo e intentar cazar a su compatriota italiano. No le importaba la victoria, no le importaba la gloria del velódromo, no le importaba acabar su carrera como ciclista a lo grande, quería cazarlo para que él o los otros le ganasen al sprint en el velódromo.

Magni, en segunda posición, tirando con todo para cazar a Coppi.

Darrigade, inoportuno ganador

Los excesivos esfuerzos de Magni al frente del grupo perseguidor dieron sus frutos a falta de doce kilómetros para el final del último Monumento del año, cuando Coppi decidió guardar fuerzas y ambos grupos se unieron. El esfuerzo de Magni había sido efectivo y Coppi se encontraba en una difícil situación, cansado por los relevos de los kilómetros anteriores y con hombres rápidos en el grupo, frescos bajo el parapeto de Magni.

Sin ataques en los últimos kilómetros, los 18 componentes del grupo de cabeza entraron en el velódromo bajo el aplauso de los allí asistentes. Coppi, en cuarta posición, lanzó el sprint cuando restaban menos de 200 metros para la meta. Adelantó por la derecha a Magni y a Giorgio Albani, pero se encontró con un André Darrigade que le pasó en los metros finales y que le ganó por media rueda aquel Giro de Lombardía.

Las lágrimas de un campeón

Había perdido. El Giro de Lombardía le había sido esquivo. A él, a Fausto Coppi, al corredor que había ganado hasta en seis ocasiones esa misma carrera, años atrás. La suerte no estuvo de cara del italiano que veía, como un corredor que él mismo había sugerido para el Bianchi (Darrigade), le había robado la última oportunidad de ganar una gran prueba. El piamontés se vino abajo y no pudo contener las lágrimas.

Coppi, llorando tras haber perdido la victoria. (La Gazzetta della Bici).

Fiorenzo Magni, tercero en esa misma prueba, no pudo evitar estar contento de su actuación, al ver como su compatriota Coppi quedaba segundo en el podio. Por supuesto, años más tarde el corredor toscano se rectificó a si mismo y lamentó su actuación en aquella carrera, que, por culpa de Giulia Ochini, había supuesto el último gran resultado de Il Campionissimo. Cuatro años después fallecería víctima de la malaria, con solo 40 años.