Hay corredores en el mundo del ciclismo que hacen levantarse del sofá a cualquier aficionado que tenga cierta estima por este deporte, sea del país que sea y anime al corredor que sea. Y Vincenzo Nibali es, sin duda, uno de ellos. Con un ataque en la parte final de la última cota de la jornada, el mítico Poggio (que lleva desde 1960 viendo pasar a las grandes leyendas del ciclismo mundial), el italiano se lleva el primero de los cinco Monumentos del ciclismo y engrandece un palmarés que solo está a la altura de los grandes campeones.

Para añadir más épica a la hazaña de Vincenzo, comentar que el italiano se ha llevado para casa la Milán-San Remo más larga de su inmensa trayectoria, después de que un camión obligase a alargar la carrera 3 kms más. En todo caso, suma su segundo Monumento, después de las dos Lombardías (2015 y 2017), y añade a su vitrina otro triunfo de prestigio, que se suma a la Triple Corona (Giro, Tour y Vuelta). El Tiburón alarga su leyenda.

La carrera empezó con la fuga habitual, formada por: Maestri y Rota (Bardiani-CSF), Planet (Novo Nordisk), Mosca (Wilier Triestina-Selle Italia), Van Winden y Sagiv (Israel Cycling Academy), Bono (UAE), Kobernyak (Gazprom-RusVelo) y Hatsuyama (Nippo-Vini Fantini). Llegaron a tener más de siete minutos de ventaja, pero el clima adverso provocó que el pelotón no se relajase ni un momento y que los nervios estuviesen a flor de piel durante todo el recorrido. Los escapados fueron protagonistas hasta los últimos 30 kms, cuando la proximidad del Cipressa y el Poggio hizo acelerar al grueso de corredores, que acabaron engullendo y poniendo el punto y final a la aventura de los ocho valientes. Antes de encarar la recta final de La Classicissima, la carrera ya se había cobrado sus primeras víctimas, como Simon Clarke o Nikias Arndt.

Después de más de 250 kms, la prueba empezó a ponerse seria, con las primeras rampas del Cipressa, que ya se encargaron de endurecer tanto el Sky como el FDJ y que provocaron los primeros cortes serios del día, donde se encontraba, en uno de ellos, Marcel Kittel, que debutaba en San Remo. Sin embargo, siguiendo el mismo ritual año tras año, nadie se atrevió a saltar y los grandes sprints mantenían vivas sus opciones de victoria.

Después de coronar, fueron muchos los equipos que intentaron colocar a su jefe de filas lo más adelante posible para encarar el Poggio, un muro de apenas tres kilómetros que se presentaba como única oportunidad para que los hombres sin una velocidad punta elevada probaran sus opciones. En esa aproximación, Mark Cavendish (Dimension-Data) sufría una gravísima caída al chocar con un pilón que había en medio de la carretera y daba de esta manera continuidad a la mala suerte que parece perseguir al británico con las caídas.

Pero cuando la carrera cogió el más mínimo desnivel, Nibali, que merodeaba las posiciones delanteras del pelotón, hizo su apuesta definitiva y saltó a falta de menos de un kilómetro para coronar. En la cima del Poggio contaba con 12 segundos de ventaja sobre los grandes favoritos, que no pudieron hacer nada en el descenso para arrebatar al grandísimo corredor italiano el triunfo. Vincenzo alzaba los brazos con tan solo diez metros de ventaja sobre Caleb Ewan (Mitchelton-Scott) y Démare (FDJ), que completaron el pódium. Ciclismo de sensaciones, de corazón. El mismo que roba El Tiburón a los aficionados en cada carrera que disputa. Larga vida a uno de los Monumentos del pelotón internacional.

Clasificación de la carrera