Un piloto hecho leyenda. El piloto alemán se despide de la Fórmula 1 entrando en el Olimpo de los más grandes después de un año sufrido al mando de la nave de Mercedes y en el que las diferencias con Hamilton se hicieron latentes durante gran parte de la temporada.

Inicio fulgurante con cuatro victorias consecutivas

Fuente: Getty Images
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El camino hacia el éxito de Nico Rosberg comenzó a gestarse desde antes del comienzo de la última edición del mundial de Fórmula 1. Desde que Lewis Hamilton lograse su tercera y última corona en Austin el pasado 2015, el alemán se hizo con el resto de victorias de la pasada campaña (México, Brasil y Abu Dhabi). Aparentemente un dato poco representativo para 2016, pero que explica que a nivel de rendimiento se vio a un Nico Rosberg más enchufado y metido en la pelea hacia el título.

No pudo comenzar el año mejor para Nico. En apenas un mes y medio de competición se hizo con los cien primeros puntos de cien posibles, es decir, se alzó con la victoria en las cuatro primeras citas del mundial (Australia, Bahrein, China y Rusia), en las dos primeras aprovechando también los errores de Hamilton en las salidas, mientras que en Shangai y en Sochi ejerció un liderazgo sólido.

Con un estilo de conducción conservador pero elegante, preciso y sin fisuras, parecía que este sería el año de Nico Rosberg, la temporada en la que por fin podría lograr romper la hegemonía que había impuesto Hamilton en su equipo. Nadie lograba imponerse al alemán en las primeras cuatro carreras, ni siquiera el tricampeón del mundo con el mismo bólido terminaba de hacerle sombra, cuyo mejor resultado hasta la fecha fue un segundo resultado en dos ocasiones.

Rendimiento irregular hasta el parón de verano

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Sin embargo, lo que parecía ser un paseo por una alfombra roja para el vigente campeón se convirtió en una odisea y en el comienzo de una rivalidad marcada por la tensión hasta la última carrera. Todo comenzó con su primera cita europea del año, en Barcelona. El alemán, que partía desde la segunda posición tras Lewis Hamilton, terminó abandonando en la primera vuelta de carrera por culpa de un incidente con su compañero de equipo en un duelo por hacerse por la primera posición y terminaron fuera de la carrera.

No se quedaría ahí la pelea, ya que sería el comienzo de una guerra fría que se trasladaría al final hasta fuera del paddock. En Mónaco, con un segundo puesto en clasificación, Rosberg no terminó de cuajar una buena carrera en mojado y una paupérrima planificación de la estrategia le relegó hasta la séptima posición. La lucha con Hamilton y los percances entre los dos pupilos de Toto Wolff seguían sucediéndose, teniendo lugar su segundo capítulo en Canadá. Una salida disputada entre Rosberg y Hamilton terminó con el británico cerrándole la puerta por completo al teutón en la segunda curva del circuito, echándole de esta manera de la trazada y obligando a Nico a remontar en carrera hasta la quinta posición, siendo incapaz de adelantar a un Max Verstappen en estado de gracia.

Una victoria esporádica en el Gran Premio de Europa celebrado en Bakú terminó por romper su sed particular de victorias, aunque solo sería un tranquilizante de corta duración. En Austria volvieron los problemas entre los dos pilotos de Mercedes. Rosberg se vio obligado a cambiar la caja de cambios, lo que le obligó a retrasar cinco posiciones su puesto en parrilla logrado en clasificación. Remontó en carrera gracias también a un Safety Car provocado por Vettel y en las últimas vueltas, cuando luchaba por la primera plaza con Lewis Hamilton, se volvió a producir otro percance entre los dos. Otra vez Hamilton y Rosberg chocaron en la última vuelta y de nuevo volvió a salir perjudicado el alemán, cuyo alerón roto le relegó a la cuarta posición, quedándose sin podio por cuarta vez en el Mundial.

En la penúltima carrera antes del parón, en Hungría, Nico repitió podio como en Silverstone, aunque su homólogo aprovechó las dos victorias cosechadas en esos dos circuitos para ponerse por delante en la general. Hamilton también se haría con la última victoria previa al parón veraniego, en Hockenheim, carrera que le permitió afianzar su liderato y situarse a 19 puntos de Rosberg.

Remontada en Singapur y sentencia en Malasia

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Seis triunfos en siete carreras de Hamilton fueron estadísticas demoledoras para Nico Rosberg. El parón de verano le vino como agua de Mayo para analizar los motivos o el porqué de cómo pasó de empezar el año con el pie derecho a verse superado de nuevo por su compañero de equipo.

Apenas le dio tiempo para observar como los viejos fantasmas del pasado se volvían a adueñar de su pensamiento. Otra vez el ‘Hammer Time’ se ponía en modo apisonadora y volvía a traer dudas en un Nico Rosberg que ya pensaba que su compañero de equipo volvería a ganar la corona de manera asequible y cómoda, como en los dos años anteriores.

Sin embargo, esos remordimientos se acabaron con la vuelta del alemán a lo más alto del podio. Pero volviendo a lo grande y con la receta más simple para hacerlo: trabajo en silencio, concentración al máximo, añadido también a una pizca de suerte caracterizada por las buenas planificaciones de carrera y a la mala suerte del inglés, que comenzaba a tener los primeros problemas serios de fiabilidad que lastraron su lucha por el campeonato. En las dos últimas carreras en Europa (Spa y Monza), Nico no dio opción alguna a sus rivales y se llevó el gato al agua en ambas ocasiones. En Singapur, con doblete incluido, consiguió darle la vuelta a la tortilla y adelantar a Hamilton de nuevo en la general, con ocho puntos de diferencia sobre su compañero de equipo.

Aunque sería en la cita posterior a Singapur, en Malasia, donde Nico sentenciaría (casi) a Hamilton en la pelea por el título. Después de ser el dueño y señor del fin de semana en el circuito malayo, el inglés abandonó a 15 vueltas del final de la carrera por una rotura de motor. Rosberg terminó ganando aquella carrera y le metió una diferencia de 33 puntos, una diferencia que sería prácticamente insalvable para los intereses del tricampeón del mundo de Mercedes.

Final feliz y retirada sorpresa post-mundial

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El abandono en Malasia fue la gota que colmó el vaso para Lewis Hamilton. Acabó con su paciencia, perdió los nervios de puertas para fuera de manera sorprendente. Rajó de su equipo y contra el propio Rosberg, asegurando que los problemas de fiabilidad siempre los acusaba él.

Nico no hacía caso de las rajadas de su compañero y siguió a lo suyo. Trabajo en silencio, sin decir nada y luchando por asegurar el título lo más pronto posible, con esa conducción y esa forma de ser peculiar que tanto le define. En Japón se alzó con la que sería su última victoria de la temporada y de su carrera deportiva en la Fórmula 1. La última vez que Nico saborearía el champán desde lo más alto del podio. En las últimas cuatro citas (Estados Unidos, México, Brasil y Abu Dhabi) terminó en segunda posición, suficiente como para asegurarse su primer y único título mundial de Fórmula 1 en el Emirato.

Una cita esta última que sirvió para entrar en la historia de este deporte que tanto tardaba en augurarle la gloria. Una carrera con la que grabó con letras de oro su nombre, junto al de otros pilotos históricos como Nikki Lauda, Gilles Villeneuve, James Hunt, Ayrton Senna, Alain Prost, Fernando Alonso, compatriotas como Michael Schumacher o Sebastian Vettel, o también su padre, Keke, que vio como 34 años después aquel niño pequeño que paseaba por las calles de Mónaco viendo coches a 300 km/h competir, se convertía en el segundo campeón del mundo de Fórmula 1 más longevo.

Un éxito que supuso el culmen a una trayectoria marcada por el sacrificio y la discreción, a un piloto que nunca ha tenido la etiqueta puesta de carácter de campeón. Un piloto que se retira del mundo del automovilismo habiendo sido campeón previamente de la Fórmula BMW ADAC en 2003 y de la GP2 en el año 2005, año previo a su llegada a la Fórmula 1 con el equipo Williams. Un piloto que se retira con la sensación de haber hecho los deberes en la competición que tanto anhelaba ganar desde niño emulando a su padre.

Que te vaya bonito, Nico.