Monsieur García, el técnico francés con orígenes españoles que ha venido a revolucionar el fútbol de la capital de Italia, es un tipo de ideas simples, claras, pero eficaces. Ha heredado un equipo que lleva dos años jugando descaradamente al ataque, y ha optado por no modificar innecesariamente esa idea, consciente como es de que con los jugadores que tiene no sería sensato hacer otra cosa. Pero ha sido capaz de evitar la inmadurez de Luis Enrique, la temeridad de Zeman y los ataques de entrenador de Andreazzoli para darle solidez al antiguo gigante con pies de barro. La Roma no sólo sigue marcando en cantidades industriales, sino que ahora hasta se sabe defender y todo.

Por eso, más o menos resuelto el tema defensivo, la Loba puede concentrar sus esfuerzos en dar dentelladas arriba. En ese aspecto, sin embargo, Rudi tampoco se ha complicado la vida en demasía. Su sistema es un 4-3-3 calcado al zemaniano que se basa en acumular arriba hombres talentosos dejándoles la suficiente libertad de movimientos para que, casi por su cuenta, se las apañen para golear. ¿Un plan burdo, incluso tosco, para el que no hay que complicarse mucho las neuronas? Posiblemente. El caso es que nadie hasta ahora había conseguido que funcionara. Y funciona tan bien que han llegado a la sexta jornada con pleno al quince en la clasificación.

Si además enfrente está un rival como el Bolonia, con nombres razonablemente interesantes (incluso un miembro habitual de la azzurra como Diamanti) pero con una facilidad pasmosa para perder la concentración y cometer tanto errores de marcaje como pérdidas de balón, los capitalinos sacan su potencial artillero de forma despiadada. Imaginen: a los 25 minutos el marcador ya reflejaba un aparatoso 3-0.

En el primero, todo hay que decirlo, fue imprescindible la colaboración de Curci, romano de cuna, de corazón y de contrato (se ha ido al norte en calidad de cedido), que, supongamos, fue únicamente un error no malintencionado.  El guardameta no fue capaz ni de atrapar ni de despejar un saque de falta de Pjanic potente pero centrado; su rechace cayó en el punto de penalti, ideal para que Florenzi, que venía en carrera, no tuviera más que empujar la pelota al fondo de la red.

En el segundo, el fallo hay que adjudicárselo a Antonsson, que tenía todo a su favor para interceptar un buen pase en profundidad de Totti, pero se quedó dormido y permitió a Gervinho adelantarle en carrera por la derecha; el marfileño, por una vez, no se complicó la vida con recortes innecesarios y optó por chutar fuerte y raso, ajustado al palo derecho, donde era imposible llegar. También fue error defensivo el tercero, que consiguió Benatia al rematar de volea, completamente solo, un córner que Totti envió con precisión milimétrica al corazón del área.

Dispuso de ocasiones la Roma para ampliar la ventaja antes de irse al descanso. La más clara estuvo en los pies de Gervinho, quien consiguió desbordar a Curci por la izquierda pero, por alguna razón que sólo su cabeza comprende, en lugar de chutar a portería vacía optó por retroceder para regatear de nuevo, dando tiempo a toda la defensa a replegarse y tapar cualquier posible hueco. Aun rompiendo la continuidad temporal, también debe citarse otra que tuvo Balzaretti cuando el marcador aún iba 1-0, superando a Curci con un disparo cruzado que se marchó desviado por menos de un palmo. En el otro lado, De Sanctis sólo se vio apurado con un chut lejano de Diamanti que no vio venir, aunque por fortuna para el portero, se fue fuera por poco.

En remojo

El segundo tiempo puede resumirse con una palabra: diluvio. Neptuno, dios que controla tanto las aguas del mar como las que caen del cielo, tenía el día juguetón, sin duda de resaca tras la alegría que se llevó el sábado, y tuvo a bien, en su divinidad, convocar sobre las Siete Colinas un concilio de nubarrones negros. La descarga no fue tan grave como para tener que suspender el partido, pero sí afectó tanto al estado del césped, que pese al excelente drenaje se puso muy pesado, como al ánimo de los jugadores de uno y otro bandos. El Bolonia asumía que, aun encomendándose al resto del Panteón, la remontada era imposible, y la Roma veía el 3-0 como una ventaja más que suficiente, que si se ampliaba, bien, y si no, no pasaba nada.

De hecho, se amplió. Lo logró Gervinho, en una jugada muy similar al gol que metió en el primer tiempo. De nuevo pase al hueco, esta vez de Strootman, de nuevo Antonsson con la mente en otra parte, de nuevo el número 27 solo delante de Curci. Esta vez cambió la forma de resolver el ataque: en vez de raso, chutó arriba, a la escuadra derecha, que siempre es más espectacular y bonito. El sufrido público, en su mayoría desprovisto de paraguas, se merecía el detalle.

Al rato escampó. En todos los sentidos. Aunque el campo ya no parecía una piscina, la fatiga se hacía sentir en ambos equipos, a pesar de que los dos entrenadores optaron por mover los banquillos para dar descanso a unos y permitir a otros lucirse un poco, en la medida de lo posible. Así, había ya poco movimiento, salvo arrebatos esporádicos de alguno de esos recién entrados. Uno de ellos era Ljajic, que vino como estrella pero está jugando menos de lo que le gustaría (tal como está el equipo, resulta complicado decidir a quién quitarle el puesto para dárselo a él). El serbio supo aprovechar un buen balón que le hizo llegar Pjanic para superar la salida de Curci con una vaselina sutil que incluso tocó en el larguero antes de entrar.

Sin tiempo para más, la Roma recuperó el liderato que había perdido provisionalmente por la diferencia horaria de los partidos del día, logró su sexta victoria en otras tantas jornadas y confirmó que, si bien por ahora sólo se ha enfrentado a equipos menores y a la Lazio, está en camino de convertirse en una alternativa muy sólida a un Scudetto que hace dos meses era una utopía impensable. Del Bolonia visto hoy sólo se puede deducir que está desaprovechadísimo y que necesita un tratamiento de choque muy urgente para no ver a una plantilla bastante decente sufrir apuros a final de temporada. A día de hoy no es nada aconsejable hacer apuestas sobre el futuro en los banquillos del señor Pioli.

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