Derbi decadente en Milán. El equipo milanista que jugó como local se llevó la victoria y los tres puntos en un partido que sería seriamente criticado pocos años atrás en la ciudad. Dos equipos con muchas ganas pero poco talento ofrecieron un espectáculo futbolístico difícilmente defendible. Pero más allá de otros tiempos, la grada milanista festejó por todo lo alto la victoria. Y con razón, ya que el solitario gol de De Jong pone a su equipo a sólo un punto de Europa. Un objetivo que parecía inalcanzable poco tiempo atrás, ya no por la distancia del mismo, sino por el pobre rendimiento del conjunto de Milán, que viajaba por Italia de descalabro en descalabro.

Extrañamente la cercanía a la Europa League, lo que a principio de temporada sería  considerado un claro fracaso, se ha convertido en la tabla de salvación del equipo rossonero, en una temporada que por momentos pareció que podía acabar en catástrofe.  Esta victoria afianza a Seedorf en la silla de entrenador, ya que poco a poco y sumando tropiezos y victorias está imponiendo su firma en el equipo. Al menos se ve una idea, y cuando hay una idea se puede empezar a trabajar.

Los onces iniciales estaban ya avisados y eran sabidos, y sin sorpresas en este terreno la noticia vino con el cambio táctico que el holandés dibujo en la pizarra verde. Kaka de delantero, a la altura de Balloteli. Asistidos ambos por Taarabt

Durante los primeros, largos, cuarenta y cinco minutos de partido las ocasiones llegaron con cuentagotas y la mayoría precedidas de errores rivales.  Podría resumirse en balones colgados buscando cabezas perdidas, tiros lejanos rebotando contra defensas imprecisas y un tiro de Kaka al larguero. Una jugada que nace de un satélite colocado en órbita por De Jong y recogido por el brasileño que gestiono, mejor que la defensa interista, la torticolis de seguir con la vista la caída del balón. Kaka se hizo con el esférico y golpeó. De haber volado, el tiro, unos dedos más bajo, este hubiera significado uno de los goles de la jornada. Otro dato interesante es que el Inter no tiró entre los tres palos ni si quiera una  vez en toda la primera mitad.

En la  segunda mitad el cuento cambia poco el guion,  el Inter no tira a puerta y el Milan poco. Niveles futbolísticos bajo tierra con un nefasto Icardi como protagonista negativo, precisamente por no serlo. Un partido realmente impresentable el suyo. Y en esta clase de partidos es donde se encuentran cómodos los jugadores como De Jong, protagonista inesperado y goleador más inesperado si cabe. De una falta bien tirada por Balloteli, bien rematada por el holandes y mal, horrible, fatal,  defendida por Cambiasso nació el único gol del partido.  El Milan era feliz con los tres puntos y el Inter acabo el partido con un solo, triste y único tiro entre los tres palos (cuatro en total). Poco más se puede decir y es difícil resumirlo mejor.

El gozo se desbordaba en el palco y en la grada. Galliani estaba exultante y el Milan era campeón… espera, que no. Que el Milan es octavo y sigue fiera de Europa. Si hace unos años le dicen a esos mismos aficionados que van a estar festejando por todo lo alto una situación similar… le prenden fuego al estadio en ese mismo momento… Metafóricamente hablando, claro. No es el caso de entrar en el tema de los tristes acontecimientos de la final de Copa.