Es una posibilidad remota, improbable, pero que hay que contemplar como un riesgo real. El Cagliari Calcio terminará la Serie A, en el peor de los casos (dependerá de los resultados de la última jornada), en el puesto 15º, con margen de sobra sobre el descenso, pero sin embargo podría acabar jugando en Serie B el año que viene. Según informa el sitio web Catanista citando diversos medios de comunicación sardos, la razón es que los rojiazules, a día de hoy, no cuentan con un terreno de juego que cumpla con los requisitos exigidos por la Federación Italiana.

La máxima autoridad del fútbol transalpino demanda que todos los equipos de la Serie A disputen sus partidos como locales en estadios con capacidad mínima de 20.000 espectadores, si bien existe la posibilidad de una autorización especial para aquellos que superen los 16.000. Sant'Elia, el campo que viene utilizando el club desde 1970, originalmente superaba con holgura esa cifra: el récord de asistencia está en 70.000 personas. Pero los numerosos problemas de construcción, que suponen gravísimos riesgos de seguridad, han ido poco a poco reduciendo el aforo, hasta el punto de que, a día de hoy, el máximo permitido no llega a 5.000 hinchas.

Ante esta circunstancia, el club debe encontrar un campo en el que jugar antes del 25 de junio, fecha en la que se cierra la inscrpción para la próxima temporada de Serie A. En caso de no lograrlo (algo que, hasta ahora, no está claro), los sardos serían relegados y la primera división italiana recuperaría al equipo clasificado en 18º lugar, posición que deberán disputarse este fin de semana el Catania y el Bolonia.

El peregrinaje de los estadios

En años anteriores el Cagliari ha ido solventando los inconvenientes de su terreno de juego de múltiples maneras. Ya desde sus primeros tiempos Sant'Elia presentaba fallos estructurales de primer orden que estuvieron a punto de clausurarlo definitivamente a los pocos meses de su inauguración, lo que obligó a volver temporalmente al vetusto campo Amiscora, erigido a finales del siglo XIX y hoy dotado de césped artificial y de espacio para sólo 8.000 personas. También se jugó un tiempo en Amiscora en los años '80, cuando Sant'Elia se remodeló de cara al Mundial de 1990, en otras obras que redujeron la capacidad a unos 40.000 y que, con el tiempo, causaron más daño a la estructura del que solucionaron.

Tanto, que en 2002, con el club en Serie B, la Lega Calcio denegó la autorización para el uso del terreno, ante el inminente riesgo de derrumbe de las tribunas; una rápida reforma, que rebajó aún más (20.000) el aforo, permitió la continuidad. No obstante, durante algunos meses se jugó en el estadio Nino Manconi de la localidad cercana de Tempio Pausania, habilitado para la segunda categoría pero no para la primera por poder acoger a sólo 11.000 seguidores.

El desastre no acabó ahí. Algunas de las soluciones que se adoptaron, tales como sostener graderíos con vigas de hierro para evitar su desplome, iban a ser temporales, pero nadie hizo nada por buscar un arreglo definitivo. A su vez, el deterioro del estadio continuaba, hasta el punto de que en 2012 los tribunales clausuraron las dos gradas laterales y uno de los fondos, reduciendo la capacidad a los menos de 5.000 actuales. Ante estas circunstancias, de forma provisional el Cagliari se mudó al Nereo Rocco de Trieste. La situación no era la ideal, ya que esta ciudad se encuentra en el continente, en la otra punta de Italia, a más de 1.000 kilómetros de distancia, pero permitió salvar la temporada.

De cara al año siguiente, el presidente cagliaritano, Massimo Celino, tenía intención de edificar un estadio completamente nuevo en unos terrenos en el pueblo de Elmas, cercano a Cagliari capital. Sin embargo, se encontraban demasiado cerca de un aeropuerto, con lo que las autoridades tumbaron su proyecto. De esta manera, a toda velocidad, Cellino pactó con el alcalde de otro pueblo próximo, Quartu Sant'Elena, la adaptación urgente del campo local, Is Arenas, al que se le añadieron gradas prefabricadas para transformar una pista rural en un estadio de 16.000 personas en sólo un verano. En teoría esta nueva instalación iba a convertirse en el hogar definitivo del Cagliari, pero la mala calidad de la obra, debida a las prisas, y la sospecha de que la razón que llevaba tanto a Cellino como al alcalde de Quartu a acometer este proyecto era la intención de aprovecharse de la venta de los terrenos circundantes (de hecho ambos dirigentes pasaron unos meses en la cárcel) llevó al abandono del estadio y a su posterior desmantelamiento, tras sólo una temporada allí.

De hecho, está previsto que los materiales de Is Arenas se utilicen para la nueva reforma de Sant'Elia, estadio al que ha podido volver el Cagliari desde octubre de 2013, pese a su reducidísima capacidad, gracias a una autorización especial de la Federación. La situación actual es bastante confusa, porque no parece probable que este permiso extraordinario se repita. El ayuntamiento de Cagliari, propietario del campo, ha mostrado su intención de participar en la obra, pero es muy posible que los trámites burocráticos se alarguen tanto que, de cara a la próxima temporada, el proyecto no esté listo. Se deberá buscar un campo alternativo.

¿Dónde? Ese es el gran misterio. En toda Cerdeña no existe ningún otro estadio que cumpla los criterios exigidos; lo más parecido es el Vanni Sanna de Sassari, ciudad al norte de la isla, a más de 200 kilómetros, donde caben 12.000 espectadores, lo que requeriría negociar la autorización correspondiente. La alternativa sería volver al continente, algo incomodísimo pero que, contando con el precedente de Trieste, no sería descabellado. De hecho, esta es la opción más viable para un conflicto que los dirigentes están convencidos de solucionar con facilidad pero que, con el plazo acercándose, aún no tiene respuesta. Y todo esto, con el trasfondo de un grupo inversor estadounidense aparentemente interesado en comprar el club, que podría cambiar radicalmente la situación en los próximos días.

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Sobre el autor
Luis Tejo Machuca
Mi mamá me enseñó a leer y escribir; a cambio yo le di mi título de Comunicación Audiovisual de la URJC para que lo colgara en el salón, que dice que queda bonito. Redactor todoterreno, tirando un poco más para lo lo futbolero, sobre todo de Italia y alrededores. Locutor de radio (y de lo que caiga) y hasta fotógrafo en los ratos libres. Menottista, pero moderado, porque como dijo Biagini, las finales no se merecen. Se ganan.