El reloj y el calendario siguen avanzando hacia el evento futbolístico más importante del mundo: la Copa Mundial de la FIFA. Un Mundial que para muchos, tendrá un aroma distinto a los demás. Marcado por la ausencia de selecciones históricas como la multicampeona, Italia y revitalizado con la presencia de países vírgenes en esta competencia, como Islandia y Panamá. Un campeonato donde los europeos buscarán mantener su hegemonía, los sudamericanos reencontrarse con la gloria y los demás intentarán dar sorpresas.

Un Mundial que, más allá de lo deportivo, es la oportunidad perfecta para que Rusia redima su imagen ante el mundo entero. No caben dudas de que para los rusos este certamen será más que solamente una justa deportiva. En un país aún lastimado por las heridas de las guerras y que sigue mareado por la turbulencia histórica del siglo XX, albergar la Copa del Mundo es la oportunidad perfecta para dejar atrás los fantasmas del pasado. Para que este coloso euroasiático logre lo que no ha podido con su incursión en otros campos, como la exploración espacial: que el planeta entero cambie su percepción de un pueblo al que ve como amargado, cerrado y reprimido.

Hinchas rusos dándole la bienvenida al mundo. Foto: rbth.com
Hinchas rusos dándole la bienvenida al mundo. Foto: rbth.com

Desde las altas esferas rusas son conscientes de la chance que hay de que el deporte más alegre del mundo transmita una pasión y emoción impropia de su cultura. El gobierno no ha tomado reparos para que Rusia 2018 no sea un simple Mundial más, sino uno que marque tendencia, que sea memorable. El mejor de la Historia. Obviamente, la inversión ha estado a la altura del objetivo: obras de ingeniería a las que sería vulgar llamar “estadios”, zonas de seguridad, zonas de información para aficionados, una restructuración en el sistema de transporte de trenes para reducir tiempos de viaje y guías virtuales para orientación de los turistas. Todo ello sin contar la inclusión del VAR, algo inédito en una Copa del Mundo.

"Albergar la Copa del Mundo es la oportunidad perfecta para dejar atrás los fantasmas del pasado".

Una planeación ambiciosa que, desde lo logístico, solo deja lugar a halagos. Una infraestructura diseñada para estar a la altura de las expectativas de miles de turistas que retribuirán dicho esfuerzo con un gran ingreso económico. Pero el avance no solo quiere mostrarse desde lo tecnológico, sino también desde lo cultural. El que se halla delegado la responsabilidad de diseñar la mascota del torneo a los jóvenes y que, tras del hecho, el diseño escogido sea el de una mujer, simboliza una imagen incluyente y progresista, poco asociada a Rusia.

Durante un mes, Rusia tiene pensado ser el “parque de juegos” del planeta Tierra. Una zona de disfrute, inclusión, multiculturalidad y alegría. El sueño final es que la imagen de cosmopolitismo, riqueza y evolución traspase los límites de la culminación del torneo, para ser parte de un legado que cambie la percepción del mundo sobre Rusia para siempre.

Sin embargo, la ambición de este gigante tiene una cara oculta. La sucia  sala de calderas de un hermoso barco. Una faceta que nos recuerda que el cambio en un país va más allá de un campeonato de fútbol. Iniciemos con Ekaterimburgo, más precisamente con su estadio: el Ekaterimburgo Arena. El mundo resalta la astucia rusa que, al tener un estadio que no tenía el aforo exigido por la FIFA, tuvo la brillante idea de construir gradas removibles que salieran de los límites del estadio. Algo único. Algo remarcable.

El Ekaterimburgo Arena, quizá uno de los estadios más ingeniosos de la Historia de los Mundiales, pero con denuncias de explotación laboral a sus espaldas. Foto: (es.fifa.com).
El Ekaterimburgo Arena, quizá uno de los estadios más ingeniosos de la Historia de los Mundiales, pero con denuncias de explotación laboral a sus espaldas.

Seguramente los simpatizantes de ese pintoresco estadio no hayan leído el informe de Human Rights Watch que denunciaba las condiciones laborales miserables a las que son sometidos los trabajadores que construyen las instalaciones. Pocos habrán leído que los constructores del Ekaterimburgo Arena trabajaron arduamente a temperaturas de -30 grados centígrados sin mayor protección.

La explotación laboral se extiende al resto de estadios del torneo, incluido el Luzhniki, sede de la final del Mundial. Hasta hace un año se reportaron 17 trabajadores fallecidos en las construcciones, cifra que, por supuesto, no ha sido actualizada. Trabajadores en su mayoría extranjeros que migran de países precarios como Corea del Norte. Condiciones laborales anti humanas que incluyen millones de dólares en sueldos no pagados y contratos ventajistas por parte de las firmas constructoras.

"Sin embargo, la ambición de este gigante tiene una cara oculta. La sucia  sala de calderas de un hermoso barco".

La “apestosa sala de calderas” no afecta solo a la clase obrera. Se denuncian también represiones a la libertad de expresión por parte de la policía rusa a la población. En el Mundial, dicho control exhaustivo se extenderá a los turistas. El Fan ID hará las veces de Visa para los aficionados que quieran entrar al país a ver a su selección. Quien pretenda disfrutar del mejor fútbol del mundo deberá entregar absolutamente todos sus datos (pasaporte, número de teléfono, residencia, etc) a los servicios de inteligencia rusos. A su vez, cada vez que un aficionado quiera viajar de una ciudad a otra deberá registrarse con las autoridades para no ser multado. Un desplazamiento monitoreado minuto a minuto.

La prensa internacional ha reportado que las inmediaciones de los estadios también serán sitio de un gran despliegue de vigilancia. Aspecto positivo de no ser por un fenómeno presente en la Copa Confederaciones y apunta a repetirse en el Mundial: la solicitud de documentos por parte de la policía a turistas basados en sus rasgos raciales. Un turista danés no será observado con el mismo ojo que un marroquí. Al menos por las autoridades.

Estas son las dos caras de un Mundial que busca que Rusia deje de ser vista como esa Rusia "intimidatoria”, "ortodoxa" y "poco amigable", pero, en cierto modo, sin dejar de ser esa “Rusia intimidatoria, ortodoxa y amigable”. Un evento ambicioso con resultados admirables desde lo logístico, pero impregnado por la polémica desde la propia asignación de Rusia como sede de la Copa del Mundo. Una polémica no menor y que le costó el puesto al más alto mandatario de la FIFA. Rusia 2018 será el Mundial de los partidos fuera de los terrenos de juego. El gobierno, las autoridades y la gente ya dieron su propio punta pié inicial.