Los valencianistas querían soñar. Esperaban al Villarreal con tambores de guerra. Además de por la presión añadida por los resultados dados el sábado, por la ilusión de creer. De seguir sintiendo. Sin embargo Marcelino y sus chicos amansaron a su rival tácticamente y tan solo permitieron ocasiones en los minutos finales. Un empate que sabe a poco en el cuadro local, aunque mucho mejor que una derrota.

Los locales despertaron tarde de la siesta y la reacción no llegó a tiempo. El Villarreal puedo echar por tierra 70 minutos a un alto nivel. Lo cierto es que el Valencia se complica la vida. Y es que las victorias del Sevilla y el Atlético comprimen una pelea por la Champions League que puede ser épica. 

Marcelino supo desactivar la efervescencia che

Todo el mundo en Mestalla sabía que iba a ser un partido complicado. No todos los partidos en casa pueden ser un paseo como los aficionados valencianistas están acostumbrados en esta 2014/2015. Además el Villarreal es un equipo ya de por sí molesto. Y con más inri si cabe, por el contexto. La eliminación de Europa League y la pérdida del Norte en liga. Así como la vitola de enfrentamiento entre dos equipos con una rivalidad al alza.

Lo que no se esperaba es que los visitantes fueran amos del partido desde el inicio. Pese a la baja de Bruno, los amarillos saben sobrevivir sin su capitán. Y el técnico visitante supo borrar del campo a su rival. Primero quitándole la posesión a un Parejo gris, y después manteniendo el orden para contrarrestar las tan temidas contras del equipo blanquinegro.

De hecho, el primer acto fue un monólogo amarillo. Vietto tuvo sus opciones, pero marró todas ellas. Y es que el Valencia, si de algo puede alegrarse es de su zaga. Tanto Fuego, como Otamendi y Mustafi estuvieron a un nivel alto para defender a Gerard y al ariete argentino. Sin embargo esto centró demasiada atención de la defensa local en ellos. Permitiendo a Trigueros la medular y obligando a André a trabajar para atrás. 

El cansancio no creó los suficientes espacios

El Valencia necesitaba los espacios rivales para respirar. Oxígeno para crear con tranquilidad. El cansancio visitante debía ser su aliado. Y es que en la primera parte tan solo André quiso soñar. El mediocampista luso no tuvo la clarividencia suficiente. En parte por la desconexión de Parejo, aunque también por el buen hacer amarillo.

En el segundo acto  las bandas tenían que aparecer. Sumarse al ataque. Desbordar. Galopar. Y sobre todo, dar el empuje necesario a una ofensiva que seguía de siesta. Durante el primer cuarto de hora se notó una leve mejoría. Pero no fue suficiente. Las internadas por los costados llegaban, pero no las ocasiones. Los servicios desde los laterales no eran certeros. Mérito de ellos, sin lugar a dudas, del gran trabajo realizado por Jaume Costa y Mario. El tiempo afloraba y ninguno de los dos conjuntos lograba morder al contrario. El empate comenzaba a vislumbrarse en el cielo de la Avenida de Suecia. Era lo único. Porque la clarividencia de ambos equipos brillaba por su ausencia.

Negredo, otro nivel

Álvaro Negredo no necesita presentación. Es el ‘siete’ del Valencia. La ‘bomba’ que todo el mundo esperaba. Frente al Villarreal volvió a demostrarlo. Aunque sin premio. El ariete de nuevo deslumbró. Además de dificultar la subsistencia a una tranquila zaga amarilla.

Negredo supuso una marcha más al ataque che. Desde su entrada en el verde fue un quebradero de cabeza. Avisó a Asenjo de sus intenciones. Una espléndida chilena en cuadrado de suelo acabó mansamente en la manos del meta rival. Después Musacchio rebañó un balón en boca de gol al de Vallecas. Y más tarde Bailly cometió un posible penalti sobre el mismo. Balones a mí decía Negredo. Segundos más tarde Asenjo volaba para atrapar una pelota dirigida a la testa del delantero local. Hasta el final el Valencia batalló, pero Asenjo siguió erigiéndose como el héroe del Villarreal. Sin él, seguramente habrían acabado perdiendo el partido. Un empate en el que la emoción ganó al juego. Un empate que no sabe a nada, ni a unos, ni a otros.