Dijo el genio, vestido de melancolía, que el equilibrio no sirve de nada cuando hace tiempo que has caído. Osasuna, dando por hecho –precipitadamente- que ya había dejado de caer, decidió buscar equilibrio allá donde hubiera la más mínima posibilidad de encontrarlo. Se convirtió en una obsesión, casi una cuestión de club. Entrenadores, jugadores y sistemas, las probaturas fueron muy numerosas. Ninguna cuajó. No se encontraban soluciones a un problema que parecía estar por encima de cambios de cromos y posiciones.

El tiempo se acababa y urgía cambiar drásticamente con una dinámica errática, que se preveía fatal. La directiva de Osasuna, envuelta en una bisoñez abrumadora, se vio con un cadáver a la vuelta de la esquina, y, como a Hamlet frente a la calavera de su amigo, la nostalgia le invadió el cuerpo. Ahí, mirando atrás, se topó, inevitablemente, con la bruja de Campanas. Martín, rara avis en el mundo del fútbol profesional, podía ser el más indicado para sacar al equipo del atolladero en el que se había metido. Después de todo, ya había multiplicado panes y peces en una situación similar, y si había que hacer movimientos bruscos, quién mejor que él, tan diferente a todos los demás, para llevar a cabo la tarea.

Martín llegó a Osasuna para tratar de repetir "el milagro" de 1997

El exfutbolista rojillo auscultó al paciente antes incluso de calzarse el chándal, y no tardó en realizar un diagnóstico certero. El equipo necesitaba, por encima de todo, recuperar la confianza en sí mismo. Para lograrlo, además de utilizar sus conocimientos en coaching, reforzaría la defensa y propondría vértigo en campo ajeno. Nada más llegar, apostó por la defensa de cinco, y hasta el más crédulo arqueó las cejas. Martín agitó la botella, y confió en sacar de ella champagne y no horchata. El cambió, sin ser la repanocha, mejoró lo visto hasta la fecha. El equipo fue recuperando el autoestima perdido, se empezó a vislumbrar que un bloque medianamente sólido, e incluso se volvió a obtener beneficio de un recurso históricamente prolífico, y que a la postre resultó vital, como las jugadas a balón parado.

Osasuna se enfrentaba a los peores fantasmas, los propios

Una vez sacudido el miedo, el conjunto rojillo se encontró con los detalles. Piedritas, como la falta de suerte de cara a portería contraria, algún error arbitral garrafal-Iker Jiménez podría hacer un expediente Nino-, algún punto que se fue al limbo cuando el partido agonizaba… En la penúltima jornada, los astros se alinearon para dejar a los navarros a tan solo un punto de refrendar una salvación que dos horas antes veían imposible. En Sabadell se presentaba el último envite de la campaña, y con el objetivo a tiro, Osasuna se enfrenta a sus propios fantasmas. Al exceso de confianza atávico sobre el que advirtió Zabalza, cuyo discurso resonaba como un riff de AC/DC en el subconsciente rojillo desde el mismo momento en el que concluyo el partido contra el Recreativo. Solo quedaba un paso por dar, pero sin él, el camino recorrido hasta entonces habrá sido en vano.

La afición respondió con una ilusión desproporcionada a la vuelta a Segunda División

A diferencia de la parcela deportiva e institucional, la tercera pata de la mesa, la que hace que el club sea realmente distinto, lo había tenido meridianamente claro durante toda la temporada. La afición respondió con una ilusión absolutamente desproporcionada a la vuelta del equipo a la categoría de plata. A pesar de que la temporada fue de mal en peor, en lugar de dejar de lado al club, los sufridores rojillos lo apoyaron más que nunca. Decidieron que si el barco se hundía, lo haría con la orquesta de gargantas sonando hasta el final. Este hecho resultó muy evidente tanto en las gradas de El Sadar como en los desplazamientos lejos de la capital navarra.

No es ninguna locura contemplar que, en mayor o menor medida, el conjunto pamplonica ha estado respaldado por los suyos en todos y cada uno de los partidos que ha disputado fuera de casa. Un hecho insólito. Para entender esto es imprescindible mencionar la iniciativa de una agencia de viajes privada que bajo el lema “Gorriak on Tour”, ha hecho lo imposible por sacar adelante expediciones allá donde el equipo jugaba. Esta agencia, Viajes Divertis, ha realizado el papel de fuelle para la afición rojilla, insuflando ilusión y optimismo a toneladas, y merece el aplauso unísono de todo el osasunismo. Quizá, tanto desde el club como desde la federación de peñas se debería reflexionar, y tratar de entender por qué la gran mayoría de la afición se siente más cómoda con una empresa privada que con ellos. La regeneración del club pasa, o debería pasar, por esto también.

El de Sabadell era el partido más importante de la historia rojilla

En la jornada del domingo, más de dos millares de aficionados acompañaron y alentaron al conjunto navarro en tierras catalanas. Dos mil quinientos creyentes que, conscientes de la importancia del choque, decidieron movilizarse para ayudar en lo posible a que el equipo no se moviera de categoría. En la Nova Creu Alta se escribía una página importantísima de la historia rojilla. No sería la más gloriosa, pero de lo que en ella sucediera, dependía que fuera la última o la penúltima. El Club Atlético Osasuna, iba a disputar el que probablemente fuera el partido más importante de todos cuantos disputó.

El partido

Apenas saltó al campo, Collantes, el hombre más peligroso de los arlequinados, adelantó al Sabadell. Pasado el cuarto de hora de partido, era Aníbal el que volvía a anotar para el conjunto local. A la media hora de partido, Alvaro García adelantaba al Racing de Santander frente al Albacete en el carlos Belmonte. Así, Osasuna recibía tres golpes durísimos, que hubieran mandado a la lona a cualquier otro, ya que con la victoria de los cántabros, los navarros necesitaban lograr al menos un empate -que se antojaba dificilísimo- para mantener la categoría.

Los goles rojillos no llegaban, y no era porque no lo intentaran. Es difícil explicar cómo el cuadro pamplonica no consiguió anotar hasta el minuto 77. En ocasiones se entiende a la perfección por qué le llaman a la pelota “la caprichosa”. Prácticamente todas las intentonas visitantes se encontraban con el portero local, De Navas, que realizó el partido de su vida. Si el meta alcobendense hubiera mostrado el mismo nivel durante toda la temporada, su equipo difícilmente hubiera descendido. Llegó a parecer imbatible, una suerte de Benji Price de carne y hueso.

Ante un Sabadell sorprendentemente motivado, que defendió la ventaja con unas y dientes, Osasuna lo intentó una y otra vez, incansable, durante todo el partido, casi siempre a través del juego directo o de las internadas de Cedrick. Los minutos fueron pasando sin conseguir ver puerta, y entrado el partido en su último cuarto de hora, los ánimos empezaron a decaer. Dijo Cappa una vez, de forma acertada, premonitoria y sagaz, que el futuro del fútbol está en el pasado. De ello se debieron acordar repentinamente los futbolistas rojillos cuando el canterano David García, en el enésimo saque de esquina visitante, cabeceó el esférico a la red. El balón parado, como el fin de semana anterior, como al principios de siglo, como siempre en el enorme pasado del club.

Javi Flaño cabeceó a gol y se fue al suelo, a llorar como lloran las madres en las bodas de sus hijos

La esperanza ganó enteros, y las ocasiones rojillas seguían llegando. Sin embargo, los navarros desatendieron más de la cuenta la retaguardia, y tuvieron que ser dos paradones milagrosos de Asier Riesgo los que mantuvieron con vida a los navarros. Osasuna, mortal al fin y al cabo, le empezaba a perder la partida al tiempo cuando, en el añadido, apareció la frente de Javi Flaño para entrar por méritos propios en los altares del osasunismo. Remató a gol y se fue al suelo, exhausto y emocionalmente sobrepasado, para para taparse la cara y llorar, como lloran las madres cuando se casan sus hijos. Después se produjo una invasión de campo en el fondo visitante y el partido estuvo parado varios minutos, lo que propició que el árbitro prolongara el partido hasta el 101. Lo que los rojillos pensaban que sería un paseo en bicicleta, una degustación agradable de pa amb tomaca y cava, se convirtió en una película de terror, que tuvo un final agónico y feliz.

Se dice con cierta ligereza desde los clubes con glamour, acostumbrados a ver metales, que los equipos pequeños deben vivir de pequeñas ilusiones como una salvación en la última jornada, tras, por ejemplo, un gol tan feo que hasta duele al mirarlo. Para ellos es imposible comprender la magnitud de las sensaciones que reporta ser aficionado de un equipo abonado a los puestos calientes de la tabla. La emoción que los osasunistas sintieron en el partido ante el Sabadel no tuvo nada que ver con la que se da cuando te sonríe la chica del autobús con el caribe en los ojos o el socorrista de piel morena, lo vivido se pareció más a cuando el tipo de la bata blanca se aproxima y sentencia; la intervención ha salido bien. El abuelo, casi centenario, peleaba por seguir vivo y, de momento, respira.

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Sobre el autor
Imanol Itokún
Esta es mi primera experiencia como redactor. Bienvenidos