De tal palo tal astilla, o en este caso, de tal Hierro tal esquirla, pues estos tres hermanos, Antonio, Manuel y Fernando Hierro llegaron al fútbol español a golpe de martillo para erigirse como auténticos baluartes defensivos. En el caso que pertoca, el hermano del medio militó en las filas del Club Deportivo Málaga durante seis temporadas, antes de que desapareciese el club y cambiara de nombre al que comprende actualmente.

Natural de Vélez-Málaga, Manolo Hierro era una garantía en la zaga, un cerrojo de metal. Su sola presencia era sinónimo de seguridad y sus piernas, unos grilletes de los que los jugadores rivales no podían deshacerse. Como buen Hierro, era incombustible dejándose el alma en cada jugada. Duro y pesado, su cuerpo era robusto y su mentalidad aún más, un líder y motivador que acompañó a aquel equipo que logró ascender a Primera División.

Metal fundido en blanco y azul

Manuel Ruiz siempre fue un obrero, un trabajador nato en su oficio. Nació un 8 de diciembre de 1962, en vísperas de Navidad, un regalo ceñido en terciopelo blanquiazul y sangre malaguista. Su hermano mayor fue su guía. De la mano de Antonio, Manolo comenzó su andadura futbolística en las categorías inferiores del CD Málaga. Ya desde entonces, el joven jugador mostraba sus cualidades.

Un jovén Hierro con la elástica blanquiazul. Fotografía: Colussoscontrakukletas.com

No destacaba en velocidad ni tampoco en calidad, no era especialmente habilidoso con los pies, pero aún así resaltaba por encima de sus compañeros. Hierro era un metal en ebullición, sus gritos alertaban y alentaban al resto del equipo y defensivamente iba fuerte a cada balón, sin miedo. Además, era un gran estratega, sabía donde y cuando colocarse en el terreno de juego por lo que era muy difícil que le ganaran la espalda.

Con una buena base de hormigón, Manolo había sido inculcado con el espirítu malaguista y tan solo faltaba continuar y ascender al siguiente piso en su construcción como jugador. Llegó su oportunidad y pasó a formar parte del primer equipo. Tan solo 18 años le hicieron falta para poder defender las elástica de su equipo de toda la vida.

De la mina a la sala de máquinas

Su debut, sin embargo, no fue el más idílico. El Málaga acababa de descender tras una desastrosa campaña. La entidad sufría arriba y abajo, no tenía una plantilla a la altura y la economía en la que se encontraba por la remodelación de La Rosaleda no daba chance a una mejoría inmediata. Se cambió de presidente y con él llegó una corriente de aire fresco. Antonio Pérez-Gascón Cobos, nuevo mandatario del Málaga, trajo consigo al entrenador Antonio Férnandez Benítez y con él, la premisa de conformar un Málaga de canteranos.

De esta manera, los dirigentes se pusieron manos a la obra y empezaron la búsqueda de los jugadores más descollantes del filial. El nuevo Málaga, nutrido por el Atlético Malagueño, lo formaban nombres como Fernando Peralta, Popo, Dany Mariscal, Recio... y por supuesto Manolo Hierro, al que se le apodó con el sobrenombre de Hierro II, ya que coincidió en el equipo con su hermano los primeros años.

Durante esa temporada (1980/1981) el conjunto fue engrasando la maquinaria y realizó una gran campaña que le sirvió para clasificarse como tercero y volver a la categoría reina. Dos años después del descenso, el Málaga retornaba para quedarse.

El once titular del Málaga en el histórico 6-2 al Madrid. Fotografía: wikipedia.org

Bañado en oro colado

Ya en Primera y con una plantilla sin apenas cambios, el primer año se consiguió la permanencia con una meritoria décima posición, pero lo mejor estaría por venir, ya que la temporada siguiente el conjunto viviría un período de ensueño.

La temporada 1983/84 deparó a Manolo Hierro y a sus compañeros una amalgama de sentimientos tan inesperados como intensos. El Málaga de los canteranos hizo una primera vuelta demoledora en la que se colocó líder en dos ocasiones y venció con apabullantes goleadas a rivales de la talla del Real Madrid, al que le endosó un abultado 6-2, y al Atlético de Madrid, encuentro que se saldó con una manita de los blanquiazules. Las claves, un delantera efectiva y una defensa inexpugnable. La portería malaguista se quedó a cero en muchos partidos.

Además, llegaron los primeros títulos del jugador de Vélez. Ganó el Trofeo Ciudad de Marbella dos años consecutivos (1982, 1983) y el Trofeo Los Cármenes en 1984. También disputó dos años consecutivos la Copa de la Liga. No obstante, el equipo lógicamente no pudo aguantar arriba y finalizó la temporada en novena posición.

La construcción de un baluarte

Poco duró el periplo del Málaga, ya que de nuevo realizó una catastrófica campaña que le llevó directo al pozo de Segunda. Fue el último año de Hierro en el club antes de marcharse al Real Valladolid, un nuevo destino que afrontó con un sabor agridulce por haber dejado a su equipo en segunda cuando ya se había afianzado con la titularidad. En las dos últimas temporadas había disputado 3.402 minutos y en la ulterior logró hacer cuatro goles. Obtuvo la recompensa por su trabajo y se ganó el puesto, pero por ello mismo tenía que estar en Primera.

Manolo Hierro en su época tinerfeña. Fotografía: Diariosdeavisos.com

Volvió de la mano del Real Valladolid y no erró, los horrores quedaron atrás y Hierro se convirtió en la herramienta que necesitaba la defensa pucelana para los desbarajustes que sufría atrás. Con la llegada de Hierro, esta línea ganó solidez y fue el comienzo de su mejor época.

Manuel Ruiz era el pilar en defensa y su buen papel en las siguientes dos temporadas le brindó la oportunidad de jugar con la selección española sub-21. Así mismo cimentó la carrera de su hermano pequeño Fernando Hierro, al que envió a Valladolid para tener una oportunidad. Pero la gran noticia llegó cuando el Barcelona reclamó sus servicios, fichando por el club azulgrana en la temporada 1988/89 aunque a la postre fuese en vano, ya que Cruyff no le dio ni un minuto, por lo que tuvo que volver a Andalucía, esta vez para recalar en el Real Betis lo que restaba de temporada.

Hierro cuelga su armadura

El último destino de Manolo Hierro fue en Tenerife, cuatro años en los que su experiencia fue vital para los tinerfeños y para él mismo, que maduró como futbolista y como persona. Tras 13 temporadas de fútbol profesional y más de 200 partidos disputados, Hierro colgó su armadura, aunque no enterraría ni su espada blanca ni su escudo azul.

Volvió al Málaga como director deportivo y en 2006, sustituyó a Antonio Tapia como entrenador del combinado malaguista. Sin embargo, esa temporada el Málaga descendió y abandonó la entidad. En 2007 se convirtió en el nuevo técnico del UD Puertollano pero fue destituido al año siguiente. Parece que no termina de cuajar en su nueva faceta, pero sin duda, eso no empaña su trayectoria como jugador y su paso por el club de sus amores, donde creció y se edificó como un defensa portentoso y bramante con el carácter de la familia Hierro.