Bajo la atenta mirada parisina de la Torre Eiffel, Barcelona y Arsenal se citaban para una final histórica en busca de la ansiada gloria eterna. Lo hacían así los dos mejores equipos del momento, sin discusión alguna. Palmo a palmo, paso a paso. Catalanes y londinenses habían demostrado durante toda la Copa de Europa que su fútbol era digno de albergar una final y el destino, tantas o más veces cruel que justo había sido condescendiente con las mejores propuestas del panorama occidental.

Fuente: lavanguardia.com
Fuente: La Vanguardia

Por un lado, el Barcelona de Frank Rijkaard. Tras dos temporadas de restauración de la idea naranja en Barcelona, el holandés que aprendió de Sacchi pero maduró bajo la tutela de Van Gaal había dado por fin con la tecla de un Barcelona campeón. Despejados los peores fantasmas del post nuñismo, el nuevo Barcelona de Laporta caminaba por Europa con la cabeza alta, la sonrisa de su artista y el balón como bandera. Dos ligas consecutivas y la posibilidad de levantar la segunda Copa de Europa de su historia, catorce años después, y desquitarse de una vez por todas el pesimismo blaugrana adherido a su historia.

Cesc Fábregas plasmaba a la perfección la idea de Wenger sobre el campo

Al otro lado del cuadrilátero, el Arsenal de Wenger manejaba un fútbol ilógicamente paralelo a su rival. Con exclusivamente dos ingleses de partida los gunners eran el equipo menos inglés del momento, una tradición que aún continúa, acercándose más al modelo de posesión siempre caracterizado por la escuela Barcelona y que contaba con un alumno aventajado en dichos lindes, un jovencísimo Francesc Fábregas. Junto a él, una cantinela de grandes centrocampistas enamorados de la redonda, que comenzaba por un francés llamado Pires y terminaba con el mejor jugador de su historia, de también raíces galas y nombre Thierry Henry.

El trágico miedo a la muerte

Poco o nada tardaron ambos entrenadores en deshonrar el regalo que el destino había deparado. Tanto ingleses como españoles renunciaron desde el primer minuto a sus ideales, aquellos que habían abierto las puertas de la capital francesa por el simple miedo a caer en el olvido. ¿Quién se acuerda del derrotado? Por desgracia nadie.

Rijkaard tocaba su once tipo dejando a Andrés Iniesta en el banquillo

El entrenador del Barcelona decidió limitar su fútbol en pies de Andrés Iniesta por la versión física del centro del campo. Con Van Bommel en lugar del manchego y Oleguer en el puesto de Belletti el equipo catalán resentía su forma de juego en sustitución de una lucha física de la que nunca saldría victorioso. Con Ronaldinho a modo de falso delantero y Samuel Eto´o escorado a una banda, la ausencia de Messi desde los octavos de final ante el Chelsea hacían de Giuly el tercer hombre de una tripleta que necesitaría la entrada de un sueco para llevarse la contienda, pero eso es otra historia.

Valdés en una de sus intervenciones durante la final I Foto: cartasesféricas.com
Valdés en una de sus intervenciones durante la final I Foto: cartasesféricas.com

En unos primeros minutos de acometida inglesa, el primer héroe de la noche comenzaría a escribir sus primeras letras con una ciudad que siempre quedaría marcada en su carrera. El amor de Víctor Valdés con París, fruto o no de un flechazo, tendría sus prólogo en unos primeros minutos en los que Thierry Henry, hasta en dos ocasiones, vería truncado su idilio con el gol a manos del meta de Hospitalet. Serían las primeras pero no las últimas intervenciones de un Víctor a la postre clave en la consecución del título, capaz de mantener de pie a su equipo cuando parecía dispuesto a morir arrodillado.

Tras la primera veintena de minutos con un Arsenal mejor plantado, la expulsión de Lehmann tras derribar al camerunés Eto´o cuando este enfilaba el primero de la noche trajo consigo la excusa que permitió a Wenger retrasar a los suyos, mantener el pulso a su homólogo holandés y convertir el partido en la búsqueda de los errores. Las buenas intenciones de ambos equipos en busca del mejor fútbol quedaban aparcadas hasta el último cuarto de hora del partido. Con uno más, el Barcelona se limitaría a esperar hasta que de la nada, pero de forma justa, el barcelonismo encontraría su merecido con un gol a balón parado, producto inglés, tras una falta inexistente sobre Eboué.

Campbell supera a Oleguer y abre el marcador I Foto: photos1.blogger.com
Campbell supera a Oleguer y abre el marcador I Foto: photos1.blogger.com

El cabezazo de Campbell tras ganarle la partida a un desafortunado Oleguer llevaría a los equipos a las casetas. Un Barcelona avergonzado que había convertido su jardín del edén en una pesadilla. Berna o Sevilla en mente, trataría de remediar lo ocurrido en una segunda parte de recuperación de sí mismo.

Un triunfo desde el banquillo

Frank Rijkaard necesitó un minuto desde el inicio del segundo tiempo para abrir los ojos. Con la llegada del 46', Andrés Iniesta ingresó en el campo para dominar los tempos de un partido que hasta el momento carecía de ritmo. Con él sobre el campo, el juego del de Fuentealbilla conectó a Deco, no así a un Ronaldinho gris durante toda la contienda, y permitió al Barcelona habitar en tres cuartas partes del campo durante todo el segundo acto. Ante ello, el Arsenal se refugiaba en un encomiable trabajo colectivo liderado por Gilberto Silva, secundado por Campbell y que parecía no admitir grietas por las que encontrar un mínimo resquicio de ilusión blaugrana. Adelante, un Thierry Henry invernaba con la conciencia de saber que su momento llegaría. Agazapado, Henry salió, vio pero fracasó. La figura de Valdés se hizo grande ante uno de los mejores delanteros de la época que tuvo en sus botas una Copa de Europa que, minutos después, se le escaparía de las manos.

Iniesta, Larsson y Belletti claves en la remontada azulgrana

De un delantero en su esplendor a otro que afinaba sus últimos coletazos en el panorama mundial. Tras triunfar en Escocia Henrik Larsson cumplía su sueño de jugar una final de la Copa de Europa con la camiseta del Barcelona. En el campo desde la hora de juego en sustitución de Van Bommel, Larsson sería el encargado de encontrar el primero; seguramente, el hueco definitivo que desnivelaría la contienda. Acto seguido llegaría un segundo gol, pero el empate de Eto´o confirmó la certeza de que el Barcelona levantaría su segunda Copa de Europa de su historia. Se sentía. Con el 1-1 del camerunés tras asistencia de Larsson ya nadie confiaba en un Arsenal extasiado, que había acariciado la Copa pero que moriría en el intento. De Larsson para Eto´o y de éste hacia la gloria. Comment tu t´appelle? Je m´appelle Samuel.

Fuente: Lavanguardia.com
Fuente: Lavanguardia.com

Belletti y el disfraz de héroe

Una de las cosas bonitas del fútbol es que ni siquiera el nombre te asegura las mejores leyendas. Cualquiera una vez llegado el día puede ser protagonista. Estar. Ser. Momento justo y lugar adecuado. La historia del deporte está repleta de héroes inesperados y en la noche mágica de París, cuando la lluvia arreciaba en Saint Denis, Juliano Belletti estampó su sello.

Otra vez Larsson se hizo patente. Recibió en banda, protegió balón y habilitó al italo-brasileño llegado de Villarreal. Un control y un golpeo; pie y alma a partes iguales para devolver al barcelonismo al lugar que le pertenecía. Más de una década sin reinar hasta que apareció Belletti para dar ese último empujón al pesimismo histórico de un equipo que se destaparía de esa esencia para siempre. A partir de ahí, de ese momento único y eterno, la historia del Barça ya no ha vuelto a ser la misma. Equipo campeón. De moda a historia y de ahí a la leyenda. Es la película de este Barcelona. Un comienzo de siglo de éxito que se inició en París para no querer terminar nunca.