José Roberto Gama de Oliveira, más conocido como Bebeto, llegaba a la ciudad coruñesa tal día como hoy en 1992, después de ser el máximo goleador de la Liga brasileña con 18 goles. Tras una trayectoria iniciada y continuada únicamente en su país de origen, el delantero decidía cruzar el charco en busca de nuevos retos y experiencias.

Pese a los grandes años de Bebeto en el Deportivo, esto pudo ser humo, el atacante pudo no haber recalado nunca en A Coruña. En 1992, Lendoiro se vio obligado a ir literalmente a por el jugador a Brasil, tras el anuncio de un acuerdo con el Borussia Dortmund cuando el de Curbión creía tenerlo atado. Cuatro días después, y sin saber con certeza cómo fue aquella negociación, Lendoiro regresaba a Galicia con Bebeto cerrado. Numerosos medios se hicieron eco de las condiciones que facilitaron la llegada del atacante, incidiendo en una figura clave: su mujer, a la que el presidente deportivista habría convencido comparando la ciudad coruñesa con Río de Janeiro.

Después de iniciar su carrera profesional en el Vitória de Bahía, firmó con el Flamengo, club con el que consiguió ganar el brasileirão junto con dos campeonatos carioca durante los seis años en los que estuvo allí. En 1988 fue traspasado al Vasco da Gama, en donde seguiría exhibiendo sus cualidades futbolísticas y consiguiendo títulos, sin embargo, parecía no ser suficiente para él. El 7 de julio de 1992, Bebeto se unía a un club que venía de varios años en Segunda División y de sufrir el año anterior por permanecer en Primera, ganando en la promoción al Betis. Un equipo que era una mezcla de veteranía y juventud que dio un salto de calidad con la llegada del atacante y su compatriota Mauro Silva.

Con él nacía el "super-Dépor"

Bebeto fue uno de los artífices de uno de los equipos más sorprendentes del fútbol español. En un equipo con experiencia y jugadores jóvenes con gran proyección destacaban los dos brasileños llegados ese verano. Uno era Mauro Silva, que se erigió como el dueño de la medular blanquiazul, mientras que Bebeto llevaba la samba a Riazor. Delantero bajito de aspecto frágil, físicamente no asustaba a un defensa. Sin embargo, era mortal dentro del área. Ratón de área que dominaba todos los tipos de remates a puerta, rápido de cabeza y movimiento con un regate prodigioso y una habilidad para despistar al defensor descomunal. El delantero brasileño sorprendió a propios y extraños, maravillando a España y enamorando a una afición que hoy en día aún recuerda con anhelo sus mejores jugadas.

Bajo este panorama, el rendimiento de Bebeto fue extraordinario. En su primer año consiguió ser el pichichi de Primera División con 29 goles, el primer pichichi en la historia del equipo coruñés. Siendo una de las cabezas del proyecto comandado por Lendoiro y Arsenio, conseguían aupar a un equipo humilde y con escasos éxitos a la primera línea del fútbol español. No fue casualidad. Al año siguiente el Deportivo no repetía, sino que mejoraba su gesta rozando con la yema de los dedos el título liguero, perdiendo la primera posición en la última jornada tras el famoso penalti de Djukic. No se descompuso y el Dépor demostró ser 'súper' la siguiente temporada consiguiendo el primer título del fútbol gallego tras casi 90 años de historia. Bebeto seguía en su línea, siendo el jugador talentoso y mágico por el que el público de Riazor enloquecía cada domingo. Llego a marcar en siete jornada consecutivas, récord igualado por Lucas Pérez la pasada temporada, y conseguir cuatro goles en seis miutos frente al Albacete. El brasileño nunca dejó de sorprender.

En 1996 dejaría atrás la elástica blanquiazul, dando por finalizada así su mejor etapa como futbolsita y la del super-Dépor. Siete equipos en seis años en los que no acabó de acomodarse, no logró emular su estancia en Coruña. Clubes brasileños como Botafogo o Flamengo, el Sevilla en España o aventuras en Japón o Arabia Saudí no llenaron a un Bebeto que anunciaba su retirada en el año 2002.

Con la selección furmó una pareja temible con Romario, conquistando el Mundial de 1994 y participando en otros dos. Debutó con Brasil en 1985 y consiguió llegar a las 112 internacionalidades y lograr 55 tantos. Igualmente logró un bronce y una plata en los Juegos Olímpicos.

Ídolo blanquiazul

Desde el primer momento fue un flechazo, amor a primera vista entre Bebeto y la afición coruñesa, el cual fue recíproco. A su presentación acudieron diez mil personas y desde entonces sólo hubo halagos desde ambos lados. Toda la afición y, en especial, los Riazor Blues, le dedicaron numerosas muestras de cariño mediante mosaicos o murales al internacional brasileño. Bebeto no dudaba en devolverle su confianza mediante palabras en los medios. Se convirtió en el idilio más apasionado que vivieron las gradas de Riazor.

Mosaico en honor a Bebeto
Mosaico en honor a Bebeto | "Sempre ficarás no nosso coração"

Sin embargo hubo dos momentos duros en la relación de Bebeto con la afición blanquiazul. El primero se produjo por la sorpresa de la gente al ver que no era el encargado de lanzar el penalti que, a posteriori, fallaría Djukic. El segundo y más crítico, llegó con su marcha. Se le achacaba una morriña terrible a su tierra pero Lendoiro y demás dirigentes se convencían de que no seguiría los pasos de Romario. Semanas convulsas en las que se llegaron a escuchar pitidos y reproches al jugador, tachando su actitud de infantil y por esta situación ningún esfuerzo fue suficiente para que el jugador permaneciera en una ciudad que le abrió su corazón.

Pese a esto Bebeto está dentro de la historia más brillante del Deportivo y será recordado durante mucho tiempo por sus grandes actuaciones y su relación con la grada, la cual seguirá coreando el "Bebeto eres Dios".