Este año siempre será recordado por Sergi Gómez, ya que ha marcado un antes y un después en su carrera deportiva. El central catalán pasó de ser la sombra de Andreu Fontás a asentarse en el once titular durante los primeros meses del año.

Un comienzo impecable

Los meses de enero y febrero quedarán en la memoria del celtismo, donde el Celta de Vigo alcanzó las semifinales de la Copa del Rey eliminando en los cuartos de final al Atlético de Madrid. Unos meses en los que Berizzo apostó más por la competición copera que por la liga, pero que el catalán jugó en las dos competiciones. Fuera liga o copa Sergi Gómez siempre cumplía y realizaba grandes partidos. Hay que recordar que la lesión de Andreu Fontás le abrió las puertas de la titularidad. El catalán, formado también en La Masía cumplió las expectativas. Durante la primera mitad del año se vio a un zaguero mucho más contundente y que formó con Cabral una sociedad que permitió al Celta reducir los problemas que todavía tiene en el juego aéreo.

Con el paso de los partidos Sergi ya era un fijo en el once y en la directiva ya saltaban las alarmas, pues ya se relacionaba al de Cataluña con la Premier League.

Renovación y alternancia

El 4 de julio saltaba una noticia cantada y Sergi Gómez renovaba con el Real Club Celta de Vigo hasta junio de 2019. Tras su ampliación de contrato con el equipo vigués el defensa afrontaba otra temporada con ilusión y optimismo, pero la acumulación de partidos con tres competiciones obliga a Berizzo hacer rotaciones y el de Arenys de Mar no se libró de ellas. Cabe mencionar que Sergi nunca fue un central loco, de esos que cometen faltas graves, pero en esta temporada recibió dos tarjetas rojas, ambas por doble amarilla, ante el Villarreal y Las Palmas; eso sí, ambas fueron bastante polémicas y rigurosas. La buena noticia para el barcelonés llegó el 30 de noviembre, pues consiguió marcar un gol después de tres temporadas con el club olívico en la Copa del Rey, y que serviría para ganar el partido por la mínima (0-1).